Gob. de Cuba propone transparencia para combatir la corrupción

Fernando Ravsberg

HAVANA TIMES — “No es posible hoy dirigir un país sin transparencia, sin tener una estrategia de desarrollo a largo plazo, cuyas normas jurídicas queden bien claras para todos los actores económicos”(1), expresó el vicepresidente y ministro de Economía, Marino Murillo.

Casi al unísono se anunciaba que los negocios del Estado que pasen a manos privadas deberán ser licitados, lo cual implica que la oferta sea pública, que todos los ciudadanos cuenten con el derecho a participar y que finalmente se decida por la mejor de las propuestas.

“Los solicitantes entregarán sus ofertas en sobres sellados con los datos personales del interesado; la posible actividad a realizar; la certificación o aval de experiencia en la actividad; además del diseño financiero; el proyecto de obra y diseño del servicio, entre otros elementos” (2).

Transparentar estos procedimientos dejará menos espacio a los corruptos para entrar en el negocio de adjudicar los locales a quien les de la mayor comisión. No es que sea un remedio infalible, pero generar dificultades a los delincuentes es un buen comienzo.

Los especialistas consideran que la transparencia es el primer paso en la lucha contra la corrupción. Después habrá que dar otros, pero este es imprescindible, porque la opacidad y el secretismo son el mejor caldo de cultivo para el desarrollo de este virus mundial.

La Contraloría General lleva años combatiendo la corrupción, pero apenas sanea un lugar el virus muta y reaparece en otro. La falta de transparencia para nombrar directivos permite que los corruptos destituidos aparezcan dirigiendo otra empresa meses más tarde.

La propia contralora Gladys Bejerano, se ha quejado de ese reciclaje de funcionarios venales (3). Para evitarlo sería muy útil que los dirigentes tuvieran una ficha laboral pública que refleje su desempeño en cada cargo anterior y las razones por las cuales se les removió.

Recordemos también que hace un tiempo, los blogueros de La Joven Cuba propusieron que los dirigentes y funcionarios hiciesen una declaración de bienes al asumir el cargo (4) y otra al dejarlo, para poder comprobar qué tan honradamente trabajaron.

El camino de la transparencia para Cuba es mucho más complejo, dada  la feroz persecución a la que están sometidas su economía y sus finanzas por parte de la mayor potencia mundial. Durante medio siglo cualquier cosa que dijera podía ser usada en su contra.

Muchas empresas que negociaban con La Habana recibieron amenazas de Washington, a algunos inversores se les prohibió la entrada a EE.UU. y los bancos fueron multados con miles de millones de dólares. El secreto era imprescindible para Cuba y también para sus socios extranjeros.

La guerra económica no ha terminado, pero se suavizó y eso se nota con la llegada a la Isla de cientos de empresas de todos los países del mundo buscando hacer negocios, muchas de las cuales no se atrevían antes del 17 de diciembre del 2014.

El secreto y la opacidad fueron armas defensivas de la Revolución en su lucha por sobrevivir, pero también es la alfombra bajo la cual los corruptos e ineficientes esconden su mugre. Por eso la batalla económica está perdida de antemano, si no se transparenta la gestión del dirigente.

La mayoría de los directores, gerentes y funcionarios son miembros del Partido Comunista, la “vanguardia organizada de la nación cubana”, según reza la Constitución. Transparentar sus acciones públicas y sus bienes privados sería la mejor fuente de prestigio.

Ser miembro de la “vanguardia” tiene ventajas y desventajas. Son quienes marcan el rumbo y el ritmo de la marcha, también están obligados a ser ejemplo, dando el primer paso y abriendo brecha en cualquier camino que se inicie hacia cualquier parte.