¿Es aplicable para Cuba el milagro de Vietnam?

Fernando Ravsberg

Fábrica en Vietnam.

HAVANA TIMES — Gracias a la visita del presidente vietnamita, la prensa cubana (1) presenta los éxitos socio-económicos de ese país. Sin embargo, poco se habla sobre cómo lo han conseguido, más allá de algunas genéricas menciones a la Doi Moi, su proceso de reformas.

Las exportaciones crecen a un ritmo del 17% anual. Venden teléfonos, computadoras, equipos y maquinarias, madera, textiles, mariscos, arroz y café. Desde que iniciaron las reformas el Producto Bruto Interno ha crecido a un promedio del 7% anual.

Y la vida de la gente mejoró. La pobreza se redujo en un 12 %, sacaron de la miseria a 25 millones de personas, tienen muy baja tasa de desempleo y el ingreso de los ciudadanos, que era de 15 y 20 dólares al mes, “ahora oscila entre los 200 y los 300”.  El 90 % de la población está alfabetizada y la esperanza de vida es de 72 años.

A pesar de las diferencias culturales y geográficas, mirarse en el espejo de Vietnam parece bastante lógico, teniendo en cuenta que se trata de un pequeño país, de escasos recursos naturales, organizado con un sistema socialista y dirigido por un solo partido.

Las estadísticas de Vietnam no dejan dudas, las de Cuba tampoco.

La diferencia podría ser que cuando se decidieron a hacer la “Doi Moi” se lanzaron al agua en lo más profundo, mientras la “actualización” cubana avanza por la playa con la lentitud de quien teme ahogarse. El mensaje de Vietnam es que sin cambio de mentalidad no hay desarrollo.

El periódico Granma califica el éxito de Vietnam como un “milagro”. Parece una salida para no explicar que los avances son producto del acceso de miles de inversionistas extranjeros, de la pujanza de la empresa privada nacional y de la autonomía de la estatal.

En Cuba, las inversiones extranjeras -calificadas por el gobierno como imprescindibles para el desarrollo- avanzan a paso de tortuga. La “Zona Especial de Desarrollo del Mariel” apenas aprobó 19 empresas en más de dos años, mientras cientos esperan respuesta.

Vietnam en dos décadas aceptó 2700 inversiones extranjeras, avanzan a un ritmo promedio de 270 anuales, unas 28 veces más rápido que el Mariel. No se trata de milagros, sino de eficiencia en el trabajo de los decisores y de los ejecutores de las políticas económicas.

El gobierno cubano anuncia la apertura de cooperativas y después las frena. A inicios de año el presidente Raúl Castro dice que deben autorizarse las Pymes y llegamos a diciembre sin que se apruebe una sola, ni siquiera se ha estructurado el mecanismo para legalizarlas.

En el Congreso del PCC, el Primer Secretario reconoció que la apertura de las Pymes es un punto que despierta polémica. El problema es que sin pequeñas y medianas empresas privadas no ha sobrevivido ningún modelo socialista, si exceptuamos a Corea del Norte.

Vietnam fue destruido por EE.UU., los daños de la guerra fueron mucho mayores que los del bloqueo a Cuba.

A la vez tienen maniatada a la empresa estatal con un centralismo absoluto de las decisiones y las finanzas. La convierten así en un símbolo de ineficiencia ante los ojos de los cubanos, muchos de los cuales empiezan a creer que la única respuesta es la privatización.

Cada paso de apertura económica es mirado por algunos con temor por lo que los debates se hacen eternos. La comisión que desarrolló la base teórica de la reforma trabajó más de 1 año y cuando presentaron los 614 puntos se les pidió que hicieran 600 cambios.

Y mientras los decidores se enredan en debates teóricos, la nación va perdiendo su principal recurso, decenas de miles de jóvenes formados profesionalmente abandonan el país, porque el Estado les paga una miseria y no se les permite emprender proyectos propios.

Conocí a un matemático-cibernético brillante que me propuso algunos mecanismos para mejorar nuestra web. No quería emigrar, intentó trabajar para el extranjero desde Cuba y se lo prohibieron. Ahora vive en otro país, donde aporta su talento y gana su dinero.

Si el gobierno de Cuba quiere ser socialista solo quedan dos modelos, uno en China y Vietnam y el otro en Corea del Norte. Este último fue el que quebró la economía de la URSS y de sus aliados, incluyendo a la propia Cuba. Hasta Fidel Castro ya reconoció públicamente que no sirve.

Los campesinos vietnamitas han alcanzado altos niveles de productividad.

Ahora Vietnam anuncia un nuevo salto “para convertirse en un país industrializado orientado a la modernidad”. Y no parece un discurso populista, cuando saliendo de una guerra que destrozó la nación han llegado hasta estos niveles de desarrollo.

Mientras, en Cuba lo único que crece es un debate interminable sobre los “peligros ideológicos” que representan una fabriquita particular de zapatos, los mercados mayoristas, el trabajo privado de los profesionales, las cooperativas, la descentralización económica o la unificación monetaria.

Los cubanos asesoraron a los vietnamitas para siembra de café y la crianza de tilapias, hoy ellos exportan ambas cosas y Cuba se ve obligada a comprar café en el extranjero y a entregar pollo importado porque no tiene pescado. ¿Realmente resulta tan difícil elegir un camino?

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