En Cuba se busca un futuro

Por FERNANDO RAVSBERG

Foto: Raquel Pérez Díaz

 

HAVANA TIMES — Cuba se encuentra en un momento crucial de su historia, en el que se deberán tomar decisiones tan importantes como en 1902 o 1959. La diferencia es que esta vez no se vive bajo la bota de un ejército de ocupación ni en medio de la efervescencia revolucionaria.

Hoy el ciudadano tiene la posibilidad de dar su opinión y ser partícipe del rumbo que tome la nación. Se trata de un derecho de todos, pero también de una responsabilidad enorme, porque lo que está en juego es el futuro de nuestros hijos y nietos.

Desde antes de comenzar los debates hay quienes creen tener un medidor de patriotismo que los sitúa por encima del resto de los ciudadanos y se atribuyen el derecho de decidir qué cubanos deben ser excluidos del intercambio de opiniones.

Llegar al debate sin simulaciones, con opiniones propias, bien pensadas y expresadas con claridad es lo que Cuba necesita. Foto: Raquel Pérez Díaz

Son los que aspiran a tener un debate tipo Mesa Redonda, donde todos los que participen digan lo mismo. En esta ocasión, sin embargo, es tan importante lo que se discute, que simular sería una traición a la nación cubana y a las futuras generaciones.

Siembran miedo para evitar que se opine con libertad, hablan de los pérfidos planes del imperio, de los Caballos de Troya del capitalismo, del riesgo de la pérdida de soberanía y de los crímenes contra la igualdad. Verdades utilizadas para construir una mentira.

Lo que no dicen es que en medio de una situación tan cambiante, el mayor de los peligros es el inmovilismo. Todos los riesgos son ciertos, pero la peor salida es continuar dentro de las trincheras, porque “así hemos sobrevivido durante 50 años”.

Los extremistas se levantan a uno y otro lado, atacando el acercamiento entre Cuba y los EE.UU. Paradójicamente, unos critican a Obama por ceder sin conseguir el fin del socialismo y otros, a Raúl Castro, por abrir las puertas del país al capitalismo.

Hace unos días hablaba con un joven trabajador y me decía que las reformas “han desarmado ideológicamente al pueblo para mejorar la economía y el resultado es que nos hemos quedado sin ideología y sin economía”. Es otra verdad a medias.

Algunos sueñan, igual que soñaron los soviéticos, con la posibilidad de mantener la ideología sin mejorar la economía. Creen que las medallas, los diplomas y los reconocimientos pueden sustituir el salario digno, la vivienda, el transporte o la alimentación.

Algunos creen que serán escuchados, otros que es una formalidad, pero, por si acaso, nadie debería perderse la oportunidad de dar su opinión sobre el futuro de la Isla. Foto: Raquel Pérez Díaz

Al asumir la presidencia, Raúl Castro no tenía elección, salvar los logros revolucionarios implicaba ser capaz de financiarlos. ¿De qué sirven discursos y movilizaciones si los hospitales se caen a pedazos, los maestros abandonaban las aulas y los jóvenes emigran?

No todos en el PCC están de acuerdo con la sociedad que propone el Presidente y su equipo de gobierno. El propio Raúl Castro reconoció en el Congreso que había diferencias en torno al tema de la propiedad privada de los medios de producción.

Y las diferencias no parecen ser pocas, teniendo en cuenta que, en las consultas previas realizadas entre los “factores de poder”, estos habían solicitado que se hicieran 600 cambios al proyecto original presentado por el Gobierno, el cual se compone de 614 puntos.

Es importante comprender que el proyecto de modelo es una unidad que necesita de todas sus partes para ser funcional. No se puede esperar un Estado mínimamente eficiente, si no se le libera de la carga de administrar las medianas, pequeñas y microempresas.

A veces aparecen contradicciones con los viejos cánones de la izquierda, pero Cuba no tendrá soberanía energética sin inversión extranjera. En este caso, impedir por razones “ideológicas” la apertura, va contra los intereses de la nación y de la humanidad.

Participar en el diseño del modelo de sociedad es un derecho de todos los ciudadanos, en particular de los que viven en el país porque ellos son los que disfrutarán o sufrirán ese futuro. Foto: Raquel Pérez Díaz

Cuando cada cubano se siente a discutir sobre el futuro de la sociedad, debería pensar no solo en sus sueños, sino también en los mecanismos políticos, económicos y sociales que se necesitarán para alcanzarlos. Recordar que la política es el arte de lo posible.

No basta con querer que sus hijos vayan a la escuela y a la universidad, que su abuelo tenga una jubilación digna, que se haga cine cubano o que su embarazo tenga la cobertura médica que necesita, es imprescindible pensar cómo se va a financiar todo eso.

La cultura de la trinchera y la resistencia sirvieron para que la nación soportara durante 50 años el cerco de la mayor potencia económica y militar del mundo, pero hoy hasta el propio Fidel Castro, su arquitecto, reconoce públicamente que ya no sirve.

Si Vietnam hubiera mantenido la misma mentalidad que le permitió ganar la guerra no tendría hoy la vitalidad económica que tiene. La naturaleza nos enseña que perecen las especies que no se adaptan a los cambios de su entorno.

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