El reciclaje que contamina en Cuba

Fernando Ravsberg*

Dicen los cubanos que cuando los dirigentes incapaces son destituidos “se caen para arriba”. (Foto: Raquel Pérez)

HAVANA TIMES — Desde que llegue a Cuba oigo a los ciudadanos de a pie decir que sus dirigentes, cuando son destituidos por incapaces, “se caen para arriba”. No importa cuán inservible pueda ser un “cuadro”, siempre habrá para él otro puesto de dirección.

El asunto es tan común que la mujer que dirige la lucha contra la corrupción, la Contralora General de la República, Gladys Bejerano, se quejó porque cada poco tiempo se reencuentra con incompetentes destituidos ocupando nuevos cargos de dirección en otras empresas.

Con semejante “reciclaje” no es extraño que el 75% de los centros de trabajo auditados recibieran mala calificación. La Contraloría descubrió 12 delitos y 7 casos de corrupción pero fueron sancionados por hacer mal su trabajo 582 administrativos. Parece que hay muchos más ineptos que corruptos.

Logran sobrevivir por la complicidad de “parte de los principales dirigentes de las organizaciones políticas y de masas de esa entidad, en ocasiones confabulados con la dirección de estos lugares”, aseguraba un lector en las Cartas a la Dirección del periódico Granma.

Ese “es el motivo por el cual muchas personas optan por no buscarse problemas y que las cosas caigan por su propio peso”. Enfrentarse a un jefe inepto implica enemistarse con la administración, con el núcleo del partido y con la dirección sindical de la empresa.

Agrega el lector que se viola “la política de cuadros en varios organismos”, imponiendo a dirigentes incapaces, por “la doble moral, el compadreo y amiguismo”. A eso se refieren los cubanos en la calle cuando dicen burlonamente que el sistema cubano es el “sociolismo”.

En realidad volvemos al tema del post “La escalera”, clic publicado hace 2 semanas. En muchos centros de trabajo la administración, el Partido, la Juventud y los sindicatos actúan como bloque, al grado de tener un nombre genérico que los agrupa a todos, son “los factores”.

Me explica un viejo comunista que la idea original era que se fiscalizaran unos a otros pero la realidad muestra que estos dirigentes funcionan como un clan, protegiéndose entre ellos de las críticas de los trabajadores y de la fiscalización del Estado.

Hace unos años, un empleado de una fábrica pesquera me dijo que tenía unos días de trabajo intenso “para poner todo en orden” porque habría una “auditoría sorpresa” del ministerio. Y me explicó que todos “los factores” colaboraban en el maquillaje.

La Contralora General de la República se queja de que los dirigentes destituidos por ineptos reaparecen con otras jefaturas. (Foto: Raquel Pérez)

Por supuesto que con semejante método de inspección la economía iba viento en popa, las empresas estatales superaban todas las pruebas, no se detectaban dirigentes corruptos ni jefes ineptos y se sobrecumplían los planes, aunque cada vez se produjera menos.

Cuando por fin vinieron las fiscalizaciones de verdad, el director general de la empresa pesquera terminó en la cárcel. La pregunta es ¿cómo logró gozar durante tantos años del apoyo de los militantes del Partido, de la Juventud Comunista y de los dirigentes sindicales?.

Seguramente muchos desconocían que este señor estaba robando pero todos sabían que la empresa no funcionaba bien y, sin embargo, presionaban a los trabajadores para que estos solo expresaran sus críticas “por los canales correspondientes”, es decir a través de “los factores”.

Esa es la forma mediante la cual mantienen la información controlada en algunas empresas y por eso los burócratas le temen tanto al trabajo de la prensa. Por cierto ya los colegas cubanos empiezan a abrir grietas en el entramado de secreto que protege a tanto inepto y corrupto.

A pesar de la cantidad de chascos ocurridos, lo curioso es que cuando un “cuadro” es considerado políticamente confiable como para ser dirigente parece que hubiera comprado el título de por vida y que este le sirviera para desarrollar cualquier tipo de actividad.

Tanto el gobierno como la población coinciden en que mejorar la economía es la batalla más importante de la nación. Por eso la “confiabilidad política” de un cuadro no debería ya medirse por su discurso sino por su capacidad profesional, su honradez y sus dotes de liderazgo.

Las escuelas de cuadros pueden ser útiles para aumentar las habilidades de quienes ya han demostrado su capacidad en las tareas que les asignaron. Al resto convendría dejarlos “caer” porque el reciclaje de ineptos solo produce nuevos ineptos, eso sí mucho más astutos.
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(*) Publicado originalmente por BBC Mundo.

 

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