Una experiencia de vida y libertad

Yusimi Rodríguez

Andrés Enrique Pérez Viciedo

HAVANA TIMES — Conserva el cuerpo flaco y la mirada tierna de veinte años atrás. Nos conocimos en el Movimiento de Artistas Aficionados de Teatro. Me tomó poco tiempo aceptar mi falta de talento para la actuación, pero Andrés Enrique Pérez Viciedo no parece aún dispuesto a darse por vencido.

De la Casa de Cultura de Arroyo Naranjo pasó a integrar el proyecto Chispa del prestigioso director teatral Vicente Revuelta, en 1997. También en esa década, trabajó en la telenovela El eco de las piedras.  Parecía su despegue como actor, pero cuando volví a verlo en el 2003, era un clown entre los zanqueros, acróbatas y bailarines del grupo Gigantería, en La Habana Vieja, haciendo arte callejero.

Pensé que no podía estar más lejos del reconocimiento como actor, pero me equivoqué: en el 2012 ni siquiera forma parte de un grupo artístico, con una labor comunitaria reconocida, con licencia para realizar su trabajo legalmente en las calles.  Ahora es una figura inmóvil, afuera del Hotel Ambos Mundos o en alguna esquina de la Calle Obispo; ignorado por algunos que a primera vista lo toman por una estatua, y por otros demasiado apurados para detenerse.

Algunos lo contemplan, lo fotografían, se hacen fotografiar junto a él, se van. No reparan en la recogedora de dinero, colocada a sus pies, para las contribuciones.

HT:  ¿Cómo llegaste a este punto?

Andrés:  Al desintegrarse Chispa, algunos que formaban parte del proyecto decidieron experimentar con el arte callejero y crearon Gigantería. Posteriormente me invitaron y me uní, pero tuve muchos prejuicios con el arte callejero al principio.

En aquel momento, también trabajaba con Argos Teatro, dirigida por Carlos Zeldrán.  En el 2001, dejé Gigantería. Limpié calles, cuidé locos, trabajé en cafeterías. También hacía performances. Regresé en el 2003. Estaban por irse de gira. Un amigo uruguayo miembro del grupo, me dijo que lo único que había extrañado en La Habana eran las estatuas vivientes, que existían en todo el mundo. Le dije que a su regreso le tendría una sorpresa.

“ Ya practicaba Za Zen y a veces, en los ensayos buscaba la movilidad. Empecé a informarme sobre las estatuas vivientes, por mi cuenta. Como ahora, no tenía Internet. Creé mi entrenamiento personal con mucha voluntad y práctica diaria. Alcancé la hora de inmovilidad en una postura. Después trabajé en un festival en Alamar, allí vi a un grupo cubano que hacía estatuas vivientes y supe que estaba listo”.

“Cuando Gigantería regresó, empecé a hacer la estatua dentro del grupo. Pero llegó un momento en que necesitaba salirme, para experimentar dentro de esta forma de trabajo”.

HT:  ¿Tienes licencia?

Andrés:  Al principio, me dijeron en la ONAT que podían darme licencia para este trabajo, pero se demoraban mucho. Tenía que comenzar a trabajar. Gigantería decidió acogerme. Estoy protegido, aunque trabajo solo. Me siento mal porque no pago impuestos.

HT:  Pero no estás en una sala de teatro ni en la televisión. A los 46 años no te has evaluado como actor.

Andrés:  Te cuento algo: Cuando estaba en Chispa, llevé a una amiga actriz que tampoco estaba evaluada. Le pareció muy interesante lo que hacíamos, pero me dijo que allí no había posibilidad de evaluarse. Ahí supe que el papel no me importaba, aunque no niego su importancia.

Luego apareció una posibilidad de evaluación en el Centro de Teatro y Danza, pero se demoraba mucho. Cuando aquello empezó, ya trabajaba con Gigantería y me interesaba más que perder el tiempo una vez al mes, en unas clases donde no se aprendía mucho, por un papel. Aunque no niego su importancia.

La experiencia de la calle es muy fuerte. Es una experiencia de vida y libertad. Se desdibuja un poco el teatro de sala. En la calle interactúo con la gente, encuentro textos: Las palabras no dicen nada porque no tienen boca. Las palabras son un bastón para un ciego en la oscuridad, que no lo hacen ver, pero le ayudan en el camino.

HT:  Siempre te veo dar obsequios sencillos a las personas. Hoy alguien lo rechazó y dijiste un texto que me gustó mucho.

Andrés:  Pobre de aquel que no recibe porque está cansado. Pobre de aquel que no recibe porque tiene miedo. Porque de aquel que no recibe porque está repleto. Pobre de aquel que no recibe porque sospecha. Pobre de aquel que no recibe porque no comprende.

Este trabajo requiere un entrenamiento tan completo como interpretar un personaje de un dramaturgo famoso. Sé que pago el precio de no ser considerado un actor, sino un buscavidas. Si es lo que creen, también soy eso.

HT:  ¿Te da para vivir?

Andrés: En temporada turística baja son unos 5 CUC, cuando vengo. En temporada alta, son 10 CUC. Pero no exijo dinero, a diferencia de muchos que no se dejan fotografiar si no les pagan. Hace poco, unos turistas me fotografiaban y cuando intentaron pagarme, el guía que los acompañaba les dijo que a mí no tenían que pagarme. Un amigo le reclamó, porque me perjudicaba.

HT:  Pero hoy vi que una guía le decía a los turistas que cada uno te diera 1 CUC.

Andrés: Esa me ayudó.

HT:  ¿Vienes todos los días?

Andrés:  No. No quiero obsesionarme con el dinero. También dedico tiempo a otras cosas. Trabajo de 11 a.m a 3 p.m. Vengo a la Casa de la Comedia, donde dejo mis cosas, y compro algo para almorzar. Por la tarde regreso a trabajar. Pero debo tener el estado anímico necesario, no basta con la necesidad económica.

El Andrés del 2012 depende de lo que quieran darle los turistas por su trabajo. Resulta difícil creer que en una época el dinero le sobraba. Tenía un negocio particular cuando nadie tenía negocios particulares en Cuba.

Andres:   Eran los ochenta. Mi vida consistía en gastar el dinero en hoteles, cabarets, restaurantes, bebida. Pero empecé a necesitar otra cosa. A los quince años había escuchado en la radio, una convocatoria para actores aficionados. Pensé que no servía para eso. Años más tarde, cuando tenía tanto dinero y vacío espiritual, escuché la misma convocatoria y decidí presentarme. Vi que podía hacerlo, disfrutaba representar algo para los demás y me decían que tenía talento. Un amigo con el que llevaba el negocio, no entendía que dejara de ganar dinero por hacer teatro, que no me daba nada material.

Luego, con Revuelta, descubrí que actuar iba más allá del teatro de sala, la televisión, el reconocimiento. Descubrí el trabajo comunitario; también descubrí el Za Zen.

Trato de deconstruirme lo que te vende el sistema, de que hay que alcanzar la gloria. Trato de descorrer las cortinas de la ilusión. La realidad se vive en la cotidianeidad. La gloria es una ficción de los medios. Está ahí para el que la desee.

Andrés no ha tenido tiempo de prepararse para esta entrevista. No puede quitarse el corcho con que pinta su cara, porque debe regresar al trabajo. Tampoco puede conversar por mucho tiempo.

HT:  ¿Las pinturas no te dañan la piel?

Andrés: El corcho no es nocivo, pero una amiga me dijo que no usara más esta pintura dorada porque está muy cruda. Dijo que me buscaría maquillaje real. Le pregunté a la doctora si permanecer tanto tiempo sin parpadear podía hacerme daño y dijo que no.

HT:  ¿La inmovilidad durante tanto tiempo no te crea problemas?

Andrés: Hasta ahora, no. Cuando termino de trabajar, me coloco con las piernas hacia arriba, para la circulación. Con eso de la inmovilidad juego un poco. Suelo cambiar de posición al recibir dinero. A veces, veo un par de muchachas que lucen muy lindas, delicadas. Cuando me echan dinero permanezco inmóvil; entonces empiezan a insultarme y muestran su verdadera naturaleza.

Ha dejado la puerta abierta para que pueda ver las notas que tomo. Se asoman algunos que lo reconocen y le preguntan cuando regresa a la calle. Alguien le grita un elogio a lo cubano: “Usted es un salvaje”.

Andrés y yo tenemos conocidos comunes. El colega Yenisel es su sobrino.

Andrés:  Hace poco le publicaron un texto sobre la mendicidad, que me dio idea para un performance. Salí vestido de mendigo a pedir limosna, a lo largo de la calle Obispo, pero la policía me paró. Al final, lo que hice fue repartir el dinero entre los verdaderos mendigos. No lo quería para mí.

Este año, quiero ir a Santiago de las Vegas, durante la peregrinación del 17 de diciembre, vestido de San Lázaro. Si recibo dinero, compraré velas para quienes no tengan al llegar allí.

HT: ¿Y la actuación?  (Supongo que sigo obsesionada con el actor sobre las tablas o la pantalla grande o chica)

Andrés:  Hace poco hice un personaje en la película Venecia, de Kiki Álvarez.

Ha trabajado también en cortos de la Escuela Nacional de Cine y Televisión de San Antonio de los Baños.

HT:  Te vi hacer algunos personajes al principio, pero últimamente, solo el Caballero de París.

Andrés:  Me he quedado con él. Quiero investigar más sobre su vida, conocer al psiquiatra que lo trató. También hago un personaje que toca la flauta y parece no tener piernas. La gente no se percata de que es el mismo actor.

HT:  ¿Planes futuros?

Andrés:  Continuar dedicándome a esto, concretar una idea teatral, a partir del trabajo de estatua viviente. No estoy casado, pero tengo un hijo del corazón y quiero saber si también es biológico.

Se despide con un texto:

Andres:  La poesía es mejor que el dinero, porque no te abandona; el dinero debes salir a buscarlo.

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