Conversando con un cubano diagnosticado con VIH

Por Ivett de las Mercedes

Onin con su pareja.

HAVANA TIMES — Onin Reyes fue diagnosticado con VIH hace seis años y no pierde las esperanzas de que aparezca una cura para su enfermedad.

HT: ¿Cuándo supiste que estabas enfermo?

Onin Reyes: A finales de octubre de 2010 fui contratado como ayudante de cocina en un centro agropecuario de Artemisa. Entre los documentos que me pidieron estaba el chequeo pre-empleo. Me hice análisis de sangre, incluyendo el del SIDA, porque me lo exigían. La primera prueba (kitrápido) dio positivo. Luego los doctores me citaron, me pidieron que no me alarmara. Repetí la prueba y el 11 de febrero de 2011 fui diagnosticado positivo.

Nunca supe quién me infestó, tengo muy claro que la responsabilidad es mía, tenía que haberme protegido y no lo hice, como tampoco exigí a mis parejas que se protegieran. Se maneja muy seriamente en la zona de salud la cadena de personas que mantuvieron relaciones sexuales con el enfermo. Investigan los últimos cinco años, hay muchas personas que tienen VIH y no lo saben. Con los que tuve relaciones eran mucho mayores, a veces encuentros clandestinos, nunca hablamos del condón, sabía que existía el SIDA, como también conocía de muchas enfermedades de transmisión sexual y aún así no fui precavido.

HT: ¿Te cita un doctor para darte el resultado en la consulta o van a tu casa?

OR: Esperando la confirmación del segundo análisis comencé a sentirme mal y a ponerme amarillo, tenía hepatitis viral. Tuve que hacer reposo un mes y medio. Cuando me recuperé vino a mi casa la enfermera con una epidemióloga, nada más que las vi lo supe. Me explicaron sobre la enfermedad y sus procesos, las consultas con la sicóloga, el estomatólogo, la dieta alimenticia especial -consistente en carne de res, pollo, pescado, huevo y leche-, los análisis de rutina cada seis meses para ver los CD4 y  mi estado inmunológico.

Gozo de buena salud. Fue muy doloroso saber que estaba infestado, no quisiera recordar aquella tarde. El tiempo se detuvo y me hacía tantas preguntas, se me desplomó todo dentro, pienso que esa sensación la experimentan todos a los que le dan este resultado. Pensaba en mi futuro, en mi madre, en la sociedad y su rechazo.

HT: ¿Con quién te desahogaste cuando te repitieron el segundo análisis?

OR: Le conté a tres amigas mías.  Aún no quería decirle a mi madre hasta que estuviera el resultado final. Pasé todo ese tiempo con mucha agonía y sin deseos de nada, ni siquiera salía de la casa. Recuerdo que cuando terminé de hacerme el primer análisis de sangre presentí estar delante de una escalera con peldaños rotos y otros sanos, subía en vez de caer.

HT: ¿Cuál fue la reacción de tu madre, de las personas que te conocen y de los vecinos?

OR: Ya mi madre se había dado cuenta de que algo sucedía por mi comportamiento y también que había bajado mucho de peso; las madres lo saben todo. Se sintió muy triste y lloró muchísimo, es que piensan que ya ese es el final.  Siempre supe que no iba a tener hijos por mi preferencia sexual, pero sí sobrinos, y eso me afectaba mucho, no todos entienden de esta enfermedad; también pensaba en los que me saludaban con un abrazo, la mano o un beso y lo que me impactó es que la sociedad está muy preparada y más que los mismos pacientes en estos temas, nunca me he sentido rechazado y mi familia me estima y apoya en todo.

HT: ¿Estuviste ingresado en el sanatorio Los Cocos, en Santiago de las Vegas?

OR: Nunca fui al Sanatorio, pero sí escuchaba sobre el estilo de vida de los pacientes. Temía estar lejos de los míos, son provincias diferentes. Leí un libro del doctor Jorge Pérez Ávila llamado Sida: nuevas confesiones a un médico, y me sentí muy identificado con cada testimonio; es excelente, lo recomiendo porque cuenta los conflictos que padecen hijos, padres y familia en general que conviven con los seropositivos y los esfuerzos por reducir los casos.

Estuve ingresado en el Instituto Pedro Kourí (IPK) hace unos años por dificultades en el hígado y veía como fallecían los pacientes con SIDA, otros estaban en muy mal estado. La mayoría no se toma los antirretrovirales (por los que no tenemos que pagar nada, solo ir a recogerlos al IPK). Gracias a esos medicamentos se ha logrado extender la esperanza de vida y disminuir el riesgo de desarrollar infecciones oportunistas. Acostumbrarme a ellos no fue fácil: vomitaba; estuve en cama, muy débil, unos meses; me provocaron una especie de gastritis medicamentosa y adelgacé  mucho, pero el cuerpo se va adaptando.

HT: ¿Cómo conociste a tu actual pareja?

OR: En un hospital, cada uno tenía un familiar ingresado, en cuanto nos vimos intercambiamos miradas y nos atrevimos a conversar, estuvimos dos meses viéndonos y supe que era compatible conmigo. A nadie le gusta ser rechazado y siempre he sido sincero, decidí contarle que tenía SIDA por teléfono para no ver su rostro, es una persona muy especial para mí. Me gustó aquella respuesta que aún guardo en mi pensamiento: “No te sientas discriminado, porque todos tenemos el derecho de sonreír, respirar y caminar por la vida”. Llevamos cinco años de relación y nos entendemos, sobre todo nos protegemos. Él está sano.

HT: ¿Qué piensas de las personas que no toman conciencia de la enfermedad?

OR: Lo más importante es ser disciplinado y usar el condón para todo tipo de actividad sexual que incluya penetración. Cuando una persona contrae el VIH, es muy seguro que en el transcurso de su vida llegue a tener SIDA. Muchos permanecen asintomáticos por largos periodos; la única manera de evitar el SIDA consiste en la prevención de la infección por VIH. La transmisión del virus es solo a través de los fluidos corporales como la sangre y las secreciones genitales, no ocurre a través de la respiración, la saliva, besar en la mejilla, dar la mano, abrazar o compartir utensilios como vasos o cucharas.

HT: ¿Estás en algún proyecto de promoción de salud?

OR: Aquí en Artemisa han desaparecido los proyectos y se sabe que son voluntarios y no hay mucho tiempo por la agitada vida que llevamos. Hace unos años nos reuníamos e impartíamos conferencia, existía la autoayuda, repartíamos plegables, el lacito rojo como símbolo de la toma de conciencia, invitábamos a las personas de la comunidad, aunque muchos se mostraban reacios a estos temas.

HT: Y si de repente aparece una cura para la enfermedad…

OR: Sería la persona más feliz del mundo. Uno se traza metas en la vida, proyectos, sueños, tengo mucha fe en que ese día va a llegar, y si no estoy para verlo, pues me hace feliz saber que otros van a sanarse. Hay muchas personas que se contagian a diario por despreocupación e inconsciencia de los demás.  Curarme sería completar mi felicidad.

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