Caridad
Andar por Venezuela y no tropezarse un grupo de cubanos practicantes de la medicina es como ir a África y no encontrarse un león o, al menos, ver una pradera.
Hace más de 5 años, quizá 7 para ser exacta, junto a los médicos cubanos corren muchísimos rumores. Muchos de ellos serían dignos de colocarse en el libro de los récord Guinnes si es que hay una categoría para las mentiras más disparatadas.
Lo cierto es que esta gente es solo eso, personas que hacen su trabajo, no son ni héroes ni asesinos de Fidel Castro y Hugo Chávez.
Pero sería un poco egoísta si no me pareciera muy útil el trabajo de estas personas en Venezuela, donde me he encontrado pocos hospitales y donde es común que se movilice al carro de bomberos y la ambulancia para recoger a un accidentado, pero con el cobro del servicio por medio.
Últimamente he conversado con algunas personas que han sido salvadas por los doctores de Pinar del Río, Santiago de Cuba o Matanzas. Varios de ellos no son de los que apoyan el socialismo que propone el actual presidente venezolano; y antes de caer en las manos de los cubanos hubieran preferido cualquier otra cosa. A varios se les sacó de la clínica privada, a donde llegaron por urgencias y con un Seguro Médico por medio; pero o no les alcanzaba el dinero o lo desecharon por la imposibilidad de salvarle la vida. En lo que todos coinciden es en la amabilidad, en la entrega de los médicos cubanos.
Y de verdad no tenía intenciones de hablar sobre la amabilidad de los doctores y doctoras cubanos, pero es de lo que me hablaron estas personas.
Las anécdotas de los mismos cubanos son muchísimas, algunas para reír, otras para salir espantados. En la comunidad wayü, de Mara, los venezolanos se negaban a atender a los indígenas; se dice que estos son vengativos, y existía el temor de que, al morir uno de los pacientes, los familiares no se detuvieran hasta dar muerte al médico que lo atendió. Desde hace varios años están allí los cubanos, y hasta ahora no existen conflictos entre ellos.
Así también me encontré con una amiga que ahora vive en un cerro de Caracas, es normal para ella que alguna que otra vez uno de los “jefes malandros” le toque a la puerta para avisarle que ese día es mejor que no salga a la calle, para “cuidarla” de algún tiroteo que se prevé en la zona.
Pero hay a quien no tienen que avisarle, pues los disparos los han obligado a meterse bajo la cama o encerrarse en la habitación menos insegura de la casa. Me contaron sobre una doctora, que ya regresó a Cuba, a quien tuvieron que darle tratamiento sicológico a los 15 días de estar aqui, a causa de estas situaciones de violencia extrema, pero para mi sorpresa esta mujer decidió quedarse aqui, y como final más sorprendente aun, hoy está casada con un venezolano y viven un poco más tranquilos allá en la isla.
Por estos días las lluvias provocan muchos derrumbes e inundaciones que causan muertos en las zonas más pobres, sobre todo de Caracas. Allá conocí a otro grupo de cubanos vestidos de blanco, uno de ellos era clown antes de graduarse y venir a Venezuela a probarse que puede sanar y hacer reír a la vez, ¿lo logrará?
La mayoría de los médicos de mi país llevan más de dos años trabajando aqui, algunos más de 5 años, aunque van una o dos veces de vacaciones a ver a su familia. A mí me parecería una agonía estar tanto tiempo separado de los míos, hay madres que apenas han visto crecer a sus hijos, otras que dejaron a sus niñas apenas con su primera menstruación y en el el último viaje las encuentran ya casadas.
En mi lugar, no querría pasar esa prueba, por eso no estudié medicina. Los que son atendidos por ellos, y quieren dar una opinión, coinciden en que no quieren que se vayan nunca. ¿Y ellos?