Esa gente mala que vende en la calle

Caridad

Venta callejera en Caracas.

HAVANA TIMES — Hace poco conocí a varios cubanos que vinieron a Venezuela por un par de semanas. Como sé que es difícil llegar a un país desconocido e intentar “resolver” algunas cositas a precios asequibles a nuestros bolsillos, les brindé mi ayuda para servirles de guía. Así hago siempre con los que me tropiezo por aquí.

Eso me resulta un poco extraño, normalmente el cubano que sale del país por asuntos de trabajo pertenece a un status social diferente al mío, al de mis amigos.

Tener la posibilidad, en Cuba, de montar un avión es un asunto serio, de suerte. Da igual si se hace de modo habitual o una vez al año. La mayoría de los que poseen un trabajo que les permite salir del país cada cierto tiempo lo cuidan muy bien, pero también se cuidan de repetir muy bien el discurso oficial y, lo que es peor, hasta llegan a creérselo.

Insisto, no son todos.

En este grupo encontré varios que preferían no tocar “el tema”, pero la última noche, jarra de sangría por medio, mi pareja – que debo aclarar, es venezolana y por mucho que lo intente todavía se “pierde” en el intento de comprender las “normativas” de mi país – comentó a uno de ellos sobre las nuevas Regulaciones de la Aduana, algo que le parecía abusivo.

El menos joven del grupo, el que más cantidad de cuños tenía en su pasaporte, comenzó a explicarle a mi pareja el por qué de las nuevas medidas, más que el Por Qué, intentó consolarle, porque esas Regulaciones no iban a dañar en nada a la mayoría de las personas en Cuba, puesto que la mayoría de las personas allá no reciben envíos desde el extranjero, más bien iban a resultar beneficiadas.

¿Por qué? – ah, ilusa mi pareja.

Venta de lentes oscuras en La Habana.

Porque los que venden en las calles, toda esa ropa, zapatos, electrodomésticos o lo que se les ocurra, no son la gente del pueblo, todos ellos – llenos de tatuajes y cadenas de oro – están explotando a la gente con sus precios excesivos.

En lo adelante la Aduana les cobrará el impuesto que se merecen, que ellos no aportan nada al país.

Por primera vez una patadita por debajo de la mesa funcionó y mi pareja se quedó atragantada con las palabras que le iban a salir.

Al “amigo” cubano lo habíamos ayudado a hacer algunas compritas un poco más baratas de lo que hubiese podido encontrar en cualquier tienda de Caracas, y ni soñar con esos productos en Cuba.

Al parecer él – y los que son como él, y los que tienen mejores puestos que él, porque se trata solo de alguien con muy poco “poder” en comparación a otros – tienen más derecho que el resto de los cubanos. Al menos debe ser lo que siente…o piensa.

Así debe haber hablado ante otras personas que no conocen mucho de Cuba. Así esos vendedores en las calles se llevan la culpa de la explotación y hasta de la delincuencia en mi país.

Y siempre hay una comemierda como yo que le tiende la mano a esta gente cuando sale del país…por aquello de la solidaridad entre cubanos.

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