¡Si hubiera quesito!

Yenisel Rodríguez Pérez

HAVANA TIMES, 29 ene — ¡Si hubiera quesito! De esta manera los cubanos manifestamos la eterna impaciencia del paladar.

Justificado o no, la demanda nos asalta a cada instante. Unas veces como comensales y otras como anfitriones.

El popular “quesito” es el acompañante por excelencia de los dulces caseros en Cuba. Su ausencia nos provoca agonía como Robinson sin Viernes. En dulces de toronja, mermeladas y confituras alcanza el queso su plenitud sensorial.

En estos platos no importa el tipo de queso o su calidad. Al fin y al cabo en los dulces el queso no es más que complemento. ¡Pero que complemento!  Es como la amante sobria ante la empalagosa esposa.

El los años ochenta del pasado siglo era difícil que los dulces caseros cubanos carecieran de la compañía caballeresca del quesito. Por eso evocar “el quesito” es también un modo de sentir nostalgia por aquellos años. Años de bonanza artificial, en los cuales el rublo soviético nos financió no solo el queso de los dulces, sino también su azúcar y frutas.

Pero el preforman social fracasó hace más de 20 años. Sólo quedaron abismales expectativas de consumo. Expectativas que nunca podrán ser satisfechas. Aquella bonanza artificial emergió como abundancia inusual e irrepetible para un país subdesarrollado como Cuba.

Pero nos aferramos al pasado. Nos arropamos con agradables recuerdos sin temer las consecuencias. Porque no hay nada más molesto que recibir la “añoranza” del quesito cuando como anfitriones esperábamos un alabo a nuestras virtudes culinarias.

Y es que cuesta mucho aceptar la viudez de los dulces caseros de hoy en día.

A media noche hay quien le canta a la gran luna de queso.

Acto de resistencia frente a los sabores homogéneos que pretende colonizarnos el paladar.