La falacia de la protección laboral

Yenisel Rodríguez Pérez

HAVANA TIMES – La protección laboral poco tienen que ver con el trabajador y sí mucho con empresas, mercadotecnia, burocracias y ganancias.

Más allá de lo que realmente se protege, de la mayor o la menor eficiencia que se logre aquí o allá, la protección al trabajador y la trabajadora termina siendo otro cuento de camino que el sistema capitalista, para beneficio propio, recicla de los aislados y temporales triunfos de la clase obrera.

Si escribiera “protección laboral en Cuba” vislumbraríamos catástrofes, y así es. Pero lo que no se conoce tanto acá, o se interpreta de manera tergiversada a consecuencia de la imagen edulcorada que nos ofrecen los documentales sensacionalistas, es que la protección laboral realmente eficiente y eficaz no existe en ninguna parte del mundo.

Y no existe por la sencilla razón de que su concepción no responde a las necesidades de la clase trabajadora. De inicio, el mismo trabajo que se protege es ya un peligro para la clase trabajadora, pues comienza por salvaguardar esa lógica de explotar lo máximo al menor coste posible.

No puede funcionar.

En el sur de la Florida, que muchos cubanoamericanos con algo de razón consideran una “Cuba con presupuesto”, el riesgo laboral puede alcanzar niveles tan elevados como los que se denuncian en la isla.

Allí los especialistas en el tema practican una demagogia tecnocrática semejante a la de nuestros compatriotas del Ministerio de Trabajo y Seguridad Social.

Los trabajadores perviven en ausencia total de acciones educativas auténticas, centrándose básicamente en la intimidación laboral, amenazando a los empleados con demandas y procesos legales engorrosos que pueden conllevar desde la pérdida del empleo, hasta la cárcel.

Bajísimos niveles de percepción del peligro existen en almacenes de embarque y desembarque, escenario de muchos accidentes laborales. En estos almacenes señorean los estereotipos machistas y la desatención institucional.

Ponerse una faja es considerado un cliché o un afeminamiento; usar guantes para manipular los parles de maderas que lastiman con astillas las manos de los operarios es casi un suicidio social. Hasta los cinturones de seguridad permanecen “retraídos” en los montacargas mientras los obreros realizan peligrosísimas tareas, como se muestran en cientos de videos en YouTube.

Más al norte, en tierra de americanos nativos, la cosa no cambia mucho. Y esto no se reduce a las pequeñas empresas; conocidos son los casos de violación realizada por grandes trasnacionales donde las mineras y las petroleras llevan la voz cantante.

Muchos cubanos y cubanas, especialmente obreros, piensan que el renacimiento del capitalismo de mercado en Cuba traera mejorias perceptibles para su mundo de vida, como sería la salud laboral en este caso.

Este es un gran peligro para los que ni siquiera tenemos un “protocolo” de resistencia popular. Altos niveles de despolitización y desmovilización social, reforzado por los complejos tercermundistas y la idealización del primer mundo son lastres que protagonizarán batallas por venir.

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