Crítico y exótico te quiero

Yenisel Rodriguez

Plaza en la Habana Vieja, foto: Caridad.

No soy mulato, ni bailo bien el casino, ni fumo tabaco, ni vendo fruta; pero también y de igual forma se me exige ser exótico.  Debo ser un blogero revolucionario y exótico.  Es la exigencia implícita que me llega de algunos comentaristas, sobre todo extranjeros.

Y es que la realidad cubana gana mayor interés internacional en la medida en que su situación se diferencia del resto del mundo.  Lo cual es comprensible.  Trasladarse a realidades distante e inconmensurablemente impredecibles, es una de las experiencias más trascendentales que se pueda vivir.  Después de desembarcar de una peligrosa travesía atlántica o haciendo un clic en la pantalla de una sofisticada computadora, muchos esperan encontrar “El Dorado.”

Acá vivimos socialismos trasnochados y estalinistas, autoritarismos paternalistas, prohibiciones puritanistas en la era de la transexualidad, restauraciones de añejas tecnologías, las más ineficientes de las economías, la trasnacional de la demagogia y de la ciencia ficción televisada.  Todo un capital exótico que nos facilita ser escuchados por todos.  ¿A quién no le viene bien realzar su autoestima?

Sin embargo, no es tan fácil explotar ese capital exótico que poseemos los blogeros cubanos.  Como lo de exótico lo ponen los otros, tenemos que estar actualizados de lo que no es cotidiano para ellos, para no cometer el peor de los errores: hablar de una realidad que también existe fuera de Cuba.  Parecernos a los otros poderes, a las otras violencias, a los otros pesimismos y optimismos, puede provocar las más variadas reacciones.  ¡Sacrilegio!, me ha parecido escuchar.

Quién se hubiera embarcado con Colón hacia lo incierto, si del otro lado le esperase otro imperio en decadencia y sin oro.  Que sentido tiene conectarse a Internet, para ponerse al corriente de la violencia policial en Cuba, si en Alemania la policía sólo necesita de una denuncia anónima por celular para detenerte en la calle.

Para que interrumpir la celebración en el cybercafé brasileño, para leer sobre asaltos en ómnibus urbanos cubanos, si allá los asaltantes dejan desnudo a cientos de pasajeros todos los días.  Por qué tanta pataleta de los cubanos por acceder a Internet, si por acá en Argentina la juventud se nos ha vuelto boba con el porno y los videojuegos.

No es algo fácil ser revolucionario y exótico al mismo tiempo, sobre todo cuando lo más importante es expresar lo que se siente.  Denunciar reiteradamente problemas cotidianos, jamás será la monotonía de la congoja para el que la vive.

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