El gimnasio de Cojímar

Osmel Almaguer

Cojimar, pueblo de pescadores en las afueras de La Habana, foto:Caridad

Mi amigo Leslie llevaba casi un año haciendo ejercicios con pesas en un gimnasio.  Había mejorado su figura ostensiblemente, eliminando casi todo el exceso de grasa en el abdomen y ganando en masa muscular allí donde se necesita para lucir una buena figura.

Yo había llevado una vida sedentaria desde la última vez que hice ejercicios, hace como 15 años.  Me estaba sintiendo cansado y fuera de forma, pero no me embullaba a comenzar en un gimnasio por el problema que tengo con el azúcar.

Una mañana me desperté con deseos reales de cambiar las cosas, y en un rapto de embullo, del que luego me sentí un poco arrepentido, quizás por el temor a hacerle a mi vida un cambio tan radical, me puse de acuerdo con Leslie para comenzar en el mismo gimnasio en el que él se ejercita.

De eso hacen solo quince días.  Recuerdo la primera vez que entré allí.  Me sentí turbado.  Todos aquellos cuerpos musculosos o estilizados, rasurados de los pies a la cabeza, me hicieron sentir anacrónico.

Leslie me dijo que no había problemas, que a todo el que comienza le sucede lo mismo.  Entonces me inscribí, me cambié de ropa y comencé.

Los primeros días me costó mucho trabajo adaptarme al ejercicio.  Me daban hipoglucemias que contralaba con un pomito de agua con azúcar.  Hacía pesos muy livianos, guiado por Leslie y por otros muchachos de más experiencia.

Las condiciones del gimnasio son buenas.  Casi tanto como las de esos que salen en las películas del primer mundo.  Hay limpieza, medidas de higiene que hay que cumplir con obligatoriedad, espacio, música, buenos aparatos y la gente se lleva bien.

Todo eso me ha estimulado a seguir.  Además de mi progreso.  Los bajones de azúcar se han reducido bastante, y espero que sigan así.  Cada día me siento mejor con el ejercicio, y eso redunda en mejor salud y estado de ánimo.  En resumen, mi vida ha mejorado bastante.

El precio del gimnasio es de 70 pesos moneda nacional (US $3.50) al mes.  No es muy barato, (con nuestros bajos salarios que promedian a $20 al mes), pero teniendo en cuenta las condiciones, lo creo justo.  He sabido de otros gimnasios que cobran un poco menos, pero están sucios, con pocos aparatos, sin ventilación, y a veces hasta sin techo.

La mayoría de los gimnasios en Cuba son iniciativas de particulares.  Con aparatos y pesas construidos rudimentariamente, en los patios de las casas y edificios.  No obstante, hay algunos, como el de Cojímar, cuyos inmuebles han sido asignados en usufructo por el Estado a una persona que lo administra.

El administrador de mi gimnasio es un exdeportista de mucho prestigio, que ha ganado muchos premios y reconocimientos con el aporte, en materia de salud y bienestar, que ha brindado su iniciativa a la comunidad de Cojímar.

Desde lugares tan lejanos como Guanabacoa, Centro Habana y Guanabo, vienen muchachos a ejercitarse diariamente.

osmel

Osmel Almaguer: Hace poco solía identificarme como poeta, promotor cultural y estudiante universitario. Ahora que mis nociones sobre la poesía se han modificado un poco, que cambié de labor y que he culminado mis estudios ¿soy otra persona? Es usual acudir al status social en nuestras presentaciones, en lugar de buscar en nosotros mismos las características que nos hacen únicos y especiales. Que le temo a los arácnidos, que nunca he podido aprender a bailar, que me ponen nervioso las cosas más simples y me excitan los momentos cumbres, que soy perfeccionista, flemático pero impulsivo, infantil y anticuado, son pistas para llegar a quien verdaderamente soy.

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One thought on “El gimnasio de Cojímar

  • Buen ejemplo de cómo la iniciativa individual, o por cuenta propia, o privada, como le quieran llamar, puede revertirse en bien común.

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