Contra el fetiche del inmigrante ilegal interno en Cuba

Yenisel Rodríguez Pérez

Dibujando en el solar. Foto: Juan Suárez

HAVANA TIMES – Una vez presencie al etnólogo Miguel Barnet, presidente de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba, en un ataque de perplejidad mal intencionado. El letrado inauguraba un evento de Ciencias Sociales que abordaba el tema de los barrios ilegales capitalinos habitados mayormente por inmigrantes internos.

La presentación era más que nada una condena de aquellos escenarios y sus habitantes, pero aun así su crítica no lograba cuajar, sobre todo porque dejaba al público asistente la moraleja inquisidora de su discurso.

El letrado preguntó a los asistentes por qué existen asentamientos precarios en la Cuba socialista, como si se tratara de mutación espontánea sin causa aparente.

Él, mientras tanto, se declaró en un estado de “profunda confusión”; después de todo un etnólogo no va por ahí condenando poblaciones empobrecidas y marginadas, sobre todo cuando el propio Barnet es conocido como biógrafo del último esclavo cimarrón cubano.

Así se lavaba las manos como Poncio Pilatos y dejaba a los espectadores, académicos oficialistas en su gran mayoría, el trabajo sucio.

Aquella experiencia sería una premonición de la radicalización en las políticas migratorias internas cubanas, silenciadas en sus directrices más radicales y que hoy se enmascaran con el discurso de la planificación física sostenible promocionado a todos los niveles.

Cuando se lee entre líneas ese discurso, notamos que un interés fundamental de la campaña es dar continuidad y extender las deportaciones forzadas hacia fuera de la capital.

¿Cuánto han enriquecido los inmigrantes el mundo de vida popular capitalino? ¿Por qué se visibiliza solo la parte conflictiva de la inmigración ilegalizada?

Son preguntas que me vienen a la mente cuando veo la complicidad del pensamiento científico y del sentido común, con las deportaciones forzadas.

Una causa está en las clasificaciones. ¿Qué implica ese criterio de ser habanero de cuarta o quinta generación que muchos defienden con orgullo? ¿Acaso una pureza de centralidad, de cosmopolitismo, un urbanita superior?

Todo nace de la falacia del lugar de origen, arma de doble filo que se aplica deliberadamente en el caso de la inmigración ilegalizada, pues se aplica básicamente a los pobres, los marginados y los excluidos.

Muchas personas y sectores poblacionales de origen no habanero alcanzan la residencia capitalina por canales oficiales, la mayoría funcionarios y personal institucional, partiendo de argumentos incoherentes y contradictorios con las mismas directrices migratorias.

El gobierno usa los atributos de inmigrante legal o ilegal, de residente y muchos más, según sus intereses de gobernabilidad, apoyándose básicamente en las supersticiones populares y los estereotipos negativos tradicionales.

Por eso deben cuestionarse términos y conceptos excluyentes y discriminatorios diluidos en el sentido común.

Asimismo, deben superarse los prejuicios populares que asignan atributos regionalistas, racistas y xenófobos que luego cuentan y facilitan la complicidad popular y profesional con las deportaciones forzadas.

Destaco sobre todo las lógicas que se aplican a los hombres adultos solteros y sin familia, quienes reciben tratamientos muy injustos en las deportaciones, llegando al internamiento forzado y el maltrato físico.

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