Apático fin de año en Cuba

Yenisel Rodríguez Pérez

HAVANA TIMES, 4 feb – Silencioso se nos fue el 2011. Un silencio familiar y público.

Siempre derrochamos expectativas en espera del ritual de los años en duelo. Pocas veces quedamos complacidos: indigestiones, ausencia de afectos, excesos melodramáticos, olvidos imperdonables. La insoportable sobriedad de la rutinaria paz familiar.

Sin embargo, este fin de año pasado se acompañó de una apatía inédita. Transité en vísperas de fin de año por calles, callejuelas y pasajes de adinerados y empobrecidos.

Algo preocupante se respiraba en el aire por esos días. En la mirada de la gente se descubría  una apatía cómplice. Era como si algo importante se hubiera frustrado.

Entonces la confesión de un tío paterno emigrado me vino a la memoria. Descifraba en el recuerdo una exigencia casi revelada. Como un recuerdo que exige ser convocado, recordé:

–aquí en  Kentucky no se “celebra” el fin de año. El fin de año en Cuba es lo único que extraño de allá– confesaba mi tío desde Estados Unidos.

Una confesión nada trivial viniendo de un apologista del discurso oficial estadounidense. Tal recordación me pareció una ironía del destino. ¿Será que al devorador de sueños no le basta el atracón con utopías oficiales? ¿Apetecerá ahora de utopías populares?

¿Qué significa esta apatía de fin de año? ¿Dónde está la musa de la festividad barrial y comunitaria?

Existen pérdidas fatales que se anuncian con enigmáticas metáforas. Poco después sobrevienen los derrumbes espectaculares. Por eso pensé que era peligrosa esa obsesión de mi tío emigrado con las celebraciones de fin de año a la cubana.

En su última visita mi tío mostraba un video que involuntariamente destacaba la sombría frialdad del invierno que gobierna allá en el norte. El confort de su hogar era opacado por la angustiosa blancura de la nieve al caer. Una angustia para ese espíritu caribeño que aún preservamos los que vivimos en Cuba.

El dios de los sueños rotos se detuvo y torció la vista hacia el cofre donde los cubanos guardamos nuestra idiosincrasia. Allí estaba, anunciando futuras nostalgias, el jolgorio de nuestros barrios.

Sentenció el dios:

–          Sí…, es una lástima esa apatía individualizadora que anuncia un trasnochado neoliberalismo para los cubanos.

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