Yanelys Nuñez Leyva
Sus curadores, Antonio Eligio (Tonel) y Concha Fontenla, “conciben la muestra como una gran instalación” -quizás por eso la ausencia de fichas técnicas en la presentación de las piezas-, quebrantando así, en primera instancia, el espacio “sagrado” del artista como figura connotativa que muy pocas veces permanece invisible.
En otro nivel se discursa sobre el espacio físico y sus variaciones morfológicas, al potenciar la recurrencia de piezas expandidas, que se adecúan al área de la galería aunque sin perder sus contornos de obra individual.
La particular visualidad de espacios domésticos interiores y exteriores, la mística que rodea a la afamada Escuela de Arte ubicada en el reparto Cubanacán,[1] la imposibilidad de leer las señales (de tránsito) o la imperturbable belleza de la lírica arquitectónica, son herramientas que aprovechan los autores de estas propuestas para activar diálogos sobre algunas zonas de lo cubano.
En este espacio de lo urbano, la intención documental juega un papel importante, pues los datos que arrojan estos archivos refieren preocupaciones sociales que permanecen ocultas en los mass media.
Otros espacios se reúnen en esta macro exposición: el de la memoria como atesoradora de paradigmas continuamente revisitados; el de la abstracción plástica como generador de epidérmicas experiencias o el de la palabra escrita, impresa; y buscan concretarse en objetos de la cotidianidad plástica: en una versión de “La silla” de Wilfredo Lam, en unos fotogramas abstractos vagamente titulados “Cabaret a la deriva” o unos comics. Realizando pues, un recorrido por los caminos sensoriales, estos espacios se internan allí donde los códigos de deconstrucción hacen posible la parada estética.
Unas palabras de la estudiosa Adelaida de Juan a propósito de la quinta edición de TELARTE caracterizaron lúcidamente su fisonomía: La elección cualitativa, la persistencia y la variedad, la incorporación de producciones museables y de elaboraciones novedosas, la integración de pintura, diseño y fotografía y la asimilación de técnicas diversas han sido los criterios que selectivamente han presidido la producción textil de TELARTE.
En la exposición, videos de la época proyectaron imágenes de estas propuestas, y un conjunto de objetos dio vida a lo que fuera una de las más emprendedoras iniciativas institucionales donde arte e industria se dieron la mano. De esta manera, una nueva conjunción de espacios cobraba sentido dentro de la muestra, haciendo gala de la buena puesta en práctica del propósito curatorial.
El extrañamiento o la cierta inseguridad que pueda sentir el espectador frente a trabajos pertenecientes a distintos campos del conocimiento, quedan zanjados al encontrarse bajo el amparo de la galería, pues enuncia que más allá de clasificaciones, zonas de confort o posiciones antagónicas existe un espacio de comunión y comunicación divinas.
Factoría Habana. Calle O’Reilly, 308, La Habana Vieja
[1] Este equipo creador estuvo dirigido por el arquitecto cubano formado en Francia, Ricardo Porro y de él formaron parte Vittorio Garati y Roberto Gottardi.
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