Asalto en fin de año

Yanelys Nuñez Leyva

Turista/fotógrafa en La Habana. Foto: Juan Suárez

HAVANA TIMES — Ella es extranjera, camina por calzada del Cerro y Tulipán. Ha leído en varias guías de turismo que, por supuesto, en Cuba, la violencia es casi inexistente, por lo que no se imagina que en ese mismo lugar unos jóvenes la asaltarán a eso de las 4:00pm.

Ha recorrido buena parte del Cerro comenzando desde Boyeros, acompañada por un artista cubano. Toma fotos de la arquitectura, ella también es creadora.

Él es de La Habana, por lo que no anda tan desprevenido. El desconfía y se lo hace saber a su colega minutos antes que tres muchachos traten de quitarle la cámara fotográfica que pende de su cuello.

Trata de sacar una foto de la fachada de la iglesia del Inmaculado Corazón de María, y en eso siente que la empujan por detrás y una persona trata de llevarse la cámara.

Desde el suelo observa como el lente se separa del dispositivo, ve como rueda, pero también ve como los muchachos se alejan corriendo solo con el cuerpo del aparato.

Delante, su amigo artista ha sido interceptado por un tercer muchacho, que no llega a 20 años de edad.

Tiene un punzón en la mano y verbalmente lo amenaza con matarlo, no le pide nada, ni su billetera, ni el bolso que lleva en el hombro, nada, solo trata de entretenerlo para que sus compinches terminen el trabajo.

Todo pasa en unos segundos. Él se encuentra en shock, solo atina a levantar a la muchacha y a parar el primer taxi que encuentra en la calle.

Van a la estación de policía, sin tan siquiera haber memorizado los rostros de los asaltantes.

Cuando me entero de esto, lo primero que pienso es en los consejos de mi mama: “no llegues tarde a casa que es fin de año y la gente se vuelve loca en la calle”.

Siento miedo.

Nunca ando sola en la madrugada, pero en la tarde si, ¿qué hacer?

En los últimos días me había enterado de eventos semejantes, pero uno siempre imagina que esas cosas le ocurren a otros; solo cuando le sucede a un amigo cercano, uno lo siente más verosímil.
Algo ha de hacerse.

No sé si poner a funcionar realmente las cámaras de vigilancia que pululan por La Habana, o si multiplicar la postas policiales en zonas de conocido peligro.

Pero algo tiene que hacerse.

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