Verónica Vega
Son bastante populares y se utilizan para solucionar una comida rápida e, incluso, el pan con “algo” que desesperan en improvisar las madres para la merienda de sus hijos en la escuela.
Lo que realmente me llamó la atención de este paquete de “perritos”, en específico, fue que la modelo fotografiada es una niña.
Como el mensaje de la imagen no es ni tan subliminal (si quieres un niño sano, bello y robusto, dale a comer salchichas), me suscitó varias preguntas:
A juzgar por lo que enuncia el envase, la oferta es una maravilla:
Sugerencia de consumo, aparece justo al lado del pan con salchicha aderezada con kétchup y mostaza. Grasa saturada: 0 kcal, azúcares totales 0 kcal, energía 46 kcal, energía por envase 460…
Hace unos años, por quejas relacionadas con adolescentes callejeando y haciendo bellaquerías en horario escolar, el Ministerio de Educación estableció en las escuelas secundarias de la Isla una sesión de clases corrida.
Esto resultó un desastre a todos los niveles, por el hacinamiento, por el estrés que generaba el hermetismo en los adolescentes sin otro estímulo que un aburrido programa de estudios, mayormente a través de teleclases, y también por la deficiencia en el abastecimiento de alimentos.
Esta última cuestión intentó resolverse con un yogurt de soya generalmente adulterado con agua y un pan con embutido. En raras ocasiones, y era el mejor recibido, el pan contenía queso fundido.
Recuerdo de esa etapa los perros merodeando por la secundaria 17 de Noviembre, donde estudiaba mi hijo, asechando los panes con embutido que los alumnos lanzaban desde los pisos superiores.
La mayoría de los muchachos almorzaba lo que le llevaban sus padres al mediodía, en pozuelos plásticos entregados por la puerta trasera, casi como un acto clandestino.
Entiendo la feliz coyuntura para animales abandonados y famélicos, pero las veces que le di a mi perra de estas lascas de embutido provenientes de la merienda escolar, le produjeron unas llagas en la piel que segregaban pus y le producían gran escozor, y solo se le quitaron con un tratamiento a base de antibióticos.
Según un amigo médico consultado, en casi todos los países existe un divorcio lamentable entre lo que se oferta en el mercado y las instituciones de la salud. Algunos países muy desarrollados como Suiza sí regulan que no se expendan alimentos clasificados de nocivos, como los transgénicos, y otros.
Entiendo que cada persona adulta es libre de consumir lo que quiere. Pero el mercado estatal no debería vender productos oficialmente clasificados de dañinos para la salud sin que el cliente lo sepa, tal como se hace con las cajas de cigarrillos.
Y aunque el producto que dio origen a este post sea elaborado en México, con todo lo que se precia el Gobierno cubano de proteger la infancia, no debería prestarse para usar la imagen de una niña promoviendo un alimento cancerígeno.
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