Cuando faltan las palabras

Verónica Vega

Una de las puertas del Teatro Nacional. Foto: Juan Suárez

HAVANA TIMES — Leyendo el post de mi colega y amigo Warhol P “El amor en los tiempos del desamor”, dialogo con él en mi cabeza porque vivimos a extremos opuestos de la ciudad, ninguno de los dos tiene teléfono fijo ni móvil, y menos internet.

Confío mucho en el poder del pensamiento, pero mientras no aprendamos a sintonizarnos a conciencia unos con otros habrá que recurrir a veloces y sofisticados aparatos de comunicación, o a estrategias macarrónicas.

Así que escribo este post pensando en él, lo envío mediante una amiga al editor de HT, el editor lo publica, Warhol chequea uno de estos días su correo en una institución lejos de su casa, ve el último boletín de la revista y se entera de que he estado pensando en su dolor y luchando con la férrea relatividad de las palabras.

Hoy pienso en el daño que nos hemos hecho con tantas definiciones. Su ex pareja, que alguna vez sintió temor de ser llamado homosexual, tal vez se habría sentido más cómodo si la sociedad no obligase a demarcarse sexualmente.

Si en esa persecución milenaria de la felicidad, las personas pudieran explorar en el sexo sin tener que darle un nombre a su búsqueda.
Claro que es complicado, precisamente porque la guerra que se ha librado por siglos ha sido en parte por y para los que sí necesitan definirse en términos diferentes a la estandarizada heterosexualidad.

Pero hoy no puedo dejar de preguntarme si no habría sido más total la victoria si en lugar de hacer valer una condición sexual, se hubiera defendido el derecho a la libertad de no tener que confinarse en ninguna categoría en el delicado e íntimo terreno del juego amatorio. O en el personal y exclusivo terreno de la identidad.

Esto quizás no habría cambiado el destino de esa relación rota, pero al menos no añadiría al conflicto de una ruptura elucubraciones peores, no daría fuerza a las comparaciones, los mitos, las falsas supremacías.

Los cambios drásticos son siempre como partos y al mismo tiempo como muertes. Pues la renovación se hace remolcando los frutos del desgarro. Y en esta agonía que parece eterna uno llega a olvidar que un día no tan lejano en el tiempo, ya ni recordaremos este momento. Que es un proceso. Tan efímero como todo lo que experimentamos.

No en vano se ubican los sentimientos en un órgano del cuerpo y se compara la actividad emocional con la sangre y los tejidos físicos: porque expresan la fuerza de la vida y el misterio de la regeneración.

Quisiera poder convencer a mi amigo de que no hay nada perverso en la intención del universo. Pero sé por experiencia que hay momentos en que las palabras no pueden competir con los acontecimientos.

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