¿Nos llegará algún rayo de luz?

Veronica Fernandez

HAVANA TIMES — Hoy vino a mi casa el nuevo veterinario que comenzara a atender mis perras. Ya me había acostumbrado al anterior, un joven de pocos años de graduado, parco de palabras, pero muy eficiente en su profesión, por lo que tenía buena clientela y era muy cotizado en la comunidad.

Hace poco tiempo me entere que ya no podía consultarlo más porque se había ido definitivamente de Cuba. Cuando supe la notica me alegre por él, pero no por mí, ya que pocas veces uno encuentra la persona indicada y deseada para determinados fines.

Para muchos, tener un perro en Cuba es un lujo, para otros, es una necesidad. Otro grupo piensa que es un hobby. Otro tanto, o no piensan o no les interesa. Yo soy de la opinión que si los tengo es para cuidarlos y atenderlos y es por esta razón que tuve que acudir a buscar otro veterinario.

La nueva persona que apareció en escena es todo lo contrario, es un señor mayor, jubilado de salud pública que me da la sensación de ser un híbrido entre periodista, policía, agente de la seguridad o disidente, dado el interrogatorio que me hacía mientras hablaba de diferentes temas, el eje central la palabra corrupción.

Me contaba que, gracias a lo que es, ha podido sobrevivir en este país porque la pensión que recibe es solo de 225 pesos cubanos y no alcanza para nada. Esto ya lo sabemos, le dije yo, también le dije que sin jubilarse tampoco los salarios alcanzan para nada.

Este hombre, de más de 60 años, se manifestaba con asombro de la actual corrupción que hay en la calle y a todos los niveles, incluso, me puso ejemplos vividos por él y por su hijo. Me hizo referencia a que hace unos seis meses lo mordió un gato en la mano y fue al cuerpo de guardia del hospital naval (situado al este de la bahía de La Habana), donde lo atendieron y enviaron para la casa.

Ya en la madrugada no podía dormir del dolor tan intenso que tenía en la mano y tuvo que retornar, por lo que se encontró con el mismo médico al que le dice que había tenido que volver porque no podía dormir por el tremendo dolor que sentía. La respuesta del doctor fue que al que no estaba dejando dormir era a él.

Por otra parte, se refirió a que su hijo tiene una paladar y que se libera de inspectores constantemente por los regalos que les hace y como estos casos, muchas anécdotas más que hubiera podido estar escuchando durante toda la tarde.

A mis oídos nada de lo que escuchaba resultaba extraño, pues en la sociedad cubana de estos tiempos la vida fluye de esta manera y será sumamente difícil borrar este panorama con las necesidades imperantes existentes.

Hablar de este tema ya es algo tan habitual como tomarse un vaso de agua. Por mucho que se hable de salvar la sociedad, de implementar el nuevo modelo económico-social en Cuba, el diario de la vida me hace pensar que estamos a años luz de poder ver la luz.

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