Cuando el rio suena

Veronica Fernandez

No soy de las personas que frecuenta con regularidad las iglesias por devoción, que predican o llevan en su alma una fe religiosa.  Siento mucho respeto por el prójimo, sea cual fuere su estatus o religión.

Hace alrededor de unos quince días, me sucedió una situación muy curiosa, después de muchos años, me encontré a poca distancia de mi casa a una persona que tenia una relación de amistad con mi familia.  Yo la recuerdo a ella en mi etapa de infancia y adolescencia y mi madre siempre me decía que Adelaida era una excelente persona por su forma de ser, amable, respetuosa, solidaria y que era muy católica.

A pesar de que esta señora y nosotros vivíamos en el mismo reparto, Cojimar (situado al este de la bahía de la Habana), no recuerdo nunca haberla visitado.  No obstante, ella es de esas personas que se recuerdan siempre con agrado y al verla de nuevo, me provoco una sensación de felicidad al recordar aquellos tiempos.

Adelaida me comento que se sentía muy compungida porque estaba atravesando por vez primera una situación en su vida como católica que nunca antes la había experimentado.  Al indagar sobre el tema, me manifiesta que había continuado con esta fe religiosa inculcada por sus padres desde niña, pero que en estos momentos se sentía muy mal, que estaba decepcionada, desilusionada de lo que estaba pasando.

Con lágrimas en sus ojos y voz temblorosa, me pone al corriente de todos los acontecimientos en su última etapa de visitar la iglesia de Cojimar.  No obstante, me dice que a pesar de todo ello, va a continuar su fe religiosa, pero que algunas personas asiduas a este desilusionada de dios, ya no lo hacían y se habían dirigido hacia otros lugares.

Adelaida me comenta con extraordinaria vergüenza que el padre de esta iglesia no presenta una conducta acorde con la fe religiosa que predica, pues ha sido promotor de escándalos y maltrato a sus felegrinos a causa de unirse con determinados elementos que lo han llevado a ser visto en lugares públicos ingiriendo bebidas alcohólicas y llegar en estado de embriaguez ante el templo de dios.  Me comenta ademas, que ella siempre se ha llevado muy bien con los todos los padres que han precedido a este.

Por supuesto, dichos acontecimientos, como es natural, me impactaron sobremanera.  Le pregunte entonces si el padre de esta iglesia es cubano y me respondió que es del país vasco, pero me hizo recordar que hace alrededor de 2 años, el padre de esta iglesia fue uno de los que apareció muerto a raíz de la avalancha de varios sacerdotes que según la opinión popular, recibieron el llamado “ajuste de cuentas.”

Le comenté que lo que estaba sucediendo es altamente grave y comprometedor y ojala no fuera cierto, pues el sacerdote siempre ha sido una persona inspiradora de respeto, de honor, que lleva intrínseco convicciones de moral, de buenas conductas ante los demás, que tiene que dar y mostrar su ejemplo; siempre han sido personas de prestigio para que al trasmitir su palabra que es la de dios, poder conducir a todos por el buen camino.

Y ahora, yo me pregunto: ¿hasta donde vamos a parar si esta situación llega a ser cierta?  ¿Hasta donde la sociedad cubana tiene que llegar con estas conductas intolerables?  ¿Que necesidad tenemos los cubanos de importar personas con conductas reprochables?  ¿Es que no existe un sistema de control y exigencia con estas personas aunque sean devotos de la palabra de dios?.

Yo me siento al igual que mi amiga Adelaida, impactada con estos hechos, pues roguemos que no sean del todo cierto, pero hay un refrán muy verdadero que dice: cuando el rió suena es porque algo trae.