Por Safie M. González

Detergente

HAVANA TIMES – El invento en Cuba es algo que se ha vuelto “normal” con el curso de los años. Y sin querer defender actitudes delictivas, estas conductas son las que les han resuelto algunos problemas económicos a muchas personas.

Vender la mercancía a sobreprecio, incluso en establecimientos estatales, es algo común. La población asume y paga, porque, desdichadamente, no le queda de otra.

Una queja no resuelve el asunto, porque nos hemos dado cuenta que, a pesar de los años, todo sigue igual. Lo que molesta, sobremanera, es que le quieran robar a uno en su propia cara.

Algo que sucede con bastante frecuencia en la Isla es que los cajeros (en tiendas y mercados) no tengan cambio, “supuestamente”, para billetes, ya sean de denominaciones grandes o chicas. Digo supuestamente, porque, menudo o billetes chicos, es algo que se supone deben tener siempre.

La máxima de un establecimiento que trabaja con público debe ser, complacer siempre al cliente, pero, obviamente, acá no ocurre así.

Sin ir muy lejos, hace algunos días viví una experiencia de este tipo, cuando me dispuse a comprar detergente, en una tienda de Centro Habana.

Luego de hacer mi respectiva cola, fui a pagar mi producto. Eran 4 paquetes de detergente pequeños y uno más grande. El total sumaba 98 pesos. Al pagarle a la cajera con un billete de 100 pesos, ella dedujo que no tenía que devolver nada y continuó con el próximo cliente, sin siquiera explicarme.

Le pregunté por mi vuelto, a lo que respondió que no tenía menudo. Le dije, “pero ustedes deben tener menudo para devolverle a los clientes”, me miró con mala cara.

Su ayudante, mirándome también despectivamente, le indicó: “Busca el menudo en mi cartera”. Y la joven, la cajera, finalmente volvió a abrir la caja para devolverme mis 2 pesos, que aparentemente no son nada, pero en este país cuesta mucho cada centavo. Y de haberme faltado a mí, de seguro no habría podido comprar allí.

El problema nunca fueron los 2 pesos. Cuando he podido, he dejado propina. Se trata de respeto, de valores, de ética.

Pensaba, de regreso a casa, ¿a cuántas personas más le dirá lo mismo? Robar a la persona que con sacrificio reúne, quizás centavo a centavo, no es la solución. Pero, ¿quién le pone el cascabel al gato?

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