Salir de Cuba en una misión

Rosa Martinez

Médicos cubanos en el exterior. Foto: Caridad

HAVANA TIMES, Jan 29 — La semana pasada, Esther, una amiga de muchos años, recibió una de las noticias más esperadas por cualquier cubano común.

“La salida será en dos días, Guantánamo-Habana y después Belice,” me dijo.

Me abrasó como si hiciera años que no nos veíamos. Lloró, rió, quedó sin palabras.

Lo que más me motivó fue el brillo de sus ojos negros, solo una vez la vi igual de feliz, y fue cuando tuvo a su hija Claudia que ahora ya tiene 7 años, igual que mi bella Tania.

La familia ni hablar. Todos estaban eufóricos de alegría. Su madre me dijo que la idea de la distancia la entristecía, pero “no hay otra forma Rosa, me dijo,  desgraciadamente no hay otra forma de salir adelante. Solo viajando se puede resolver los problemas económicos que nos afectan desde hace mucho.”

La viejuca, como le he dicho siempre, tiene razón nuevamente.  Nos duele reconocerlo, pero es así. Los salarios no alcanzan ni para comer, mucho menos para comprar ropa apropiada, equipos electrodomésticos, de una casa ni hablar.

Esther no me lo dijo, pero no hizo falta. En su mirada perdida veía la computadora con la que había soñado siempre, vi la bicicleta que siempre le pidió Claudia y nunca encontró forma de complacerla.

Creo que advertí también que algo de pacotilla (ropa y zapatos) no vendría nada mal para una familia acostumbrada a vivir de un solo salario mensual.

Solo ella sabe con que otros sueños imposibles en Cuba también soñó.

Me despedí de la familia y de ella.  Fue una despedida momentánea porque sé que Esther nunca emigraría, al menos no sin su hija ni su madre. Aquello era solo otro de los sacrificios que la vida le imponía.

Mantener una casa vieja, una madre ama de casa y una niña huérfana no es tarea fácil. No importa si eres médico, ingeniera, cajera o secretaria, siempre será una tarea difícil para cualquier mujer cubana.

Ya pasaron tres semanas desde la partida de Esther. Gracias a internet me comunico con ella cada tres o cuatro días. Me contó que los primeros días son muy duros, pero intenta estar calmada, trabajando más de la cuenta para no pensar, para no extrañar.

A Claudia la vi ayer. Después de tres semanas todavía llora por la ausencia de su madre. Cuando intenté alentarla, cargándola en mis piernas como he hecho miles de veces, me abrazó, me apretó fuerte, pero no dejó de llorar.

“Nunca estuve alejada de mi madre cuando era así pequeña como tú”, le dije. “Ojalá pudiera saber lo que se siente, pero no lo sé. Solo puedo decirte que tu mamá pensó más en ti que en nadie para realizar este viaje; Pensó más en tu futuro que en el de ella, de eso puedes estar segura”.

Dejó de llorar y me sonrió cuando le conté una de las últimas travesuras de Alejandro, mi vecino. Le dije- Claudín, al menos podrás tener tu bicicleta. No me dejó concluir la frase.  Muy seria me contestó “tía, yo no quiero ninguna bicicleta, yo solo quiero a mi mamá conmigo, ahora.”

 

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