Preguntas para mamá

Rosa Martínez

Niños cubanos. Foto: Caridad

HAVANA TIMES — Mi papá siempre contaba que cuando yo era pequeña él no salía de un aprieto, pues le hacía preguntas indiscretas y en momentos tan inoportunos, que muchas veces no sabía cómo arreglárselas. Lo peor de todo era que no lo dejaba en paz hasta que no satisfacía mi curiosidad.

Una de las historias más cómicas fue la ocasión que delante de una vecina llamada Margot le dije: “¿Por qué ella es tan pesada?”. Dice papi que quería que la tierra se lo tragara, y los ojos de aquella señora parecían salirse de sus órbitas de tan grandes… pero al menos en esa ocasión sacó calma no sabe de dónde y me respondió medio sonriente: “Mi amor, lo que sucede es que Margot es una persona muy mayor y se siente cansada de los sacrificios y de los ajetreos de la vida, pero es una mujer muy buena…”

Yo disfrutaba de lo lindo cada vez que escuchaba aquellas anécdotas, especialmente las relacionadas con la sexualidad, rio solo de imaginar su cara ante mis disparates. Ahora soy yo la que debe responder y ya no resulta tan gracioso.

Mis hijas hace mucho comenzaron con sus preguntas cómicas, atrevidas y difíciles. Más de una vez me han puesto en aprieto y muchas veces he querido desaparecer. Hace unos días me hicieron una muy buena interrogante.

Un amigo de la familia compró un set de cocina para la menor de mis párvulas. El conjunto tenía dos cazuelas y una muestra en miniatura de comida saludable y aparentemente disponible en los mercados como col, tomate, cilantro, plátano, lechuga, pescado, pollo y langosta.

A penas comenzó a jugar, Giselle me preguntó por qué era tan necesario comer col, lechuga y plátano. Le revelé de la forma más simple posible la importancia de comer vegetales, verduras y frutas y de mantener una dieta balanceada, incluso le mencioné las enfermedades que pueden aparecer cuando no se tiene una alimentación sana.

Hasta ahí todo estuvo de maravillas. Pero mi complicación comenzó cuando quiso que le explicara, si todos esos alimentos eran tan buenos, por qué ella nunca había comido langosta y ni siquiera sabía qué era eso.

La tarea no era tan difícil, solo debía explicarle a la niña que la langosta es un marisco muy difícil de pescar, de ahí que sea un plato exclusivo, excesivamente caro y por eso escasas familias cubanas pueden darse el placer de degustarlo.

Consideraría sencilla la situación si hubiera quedado ahí la pregunta, pero sabía que aquello ya no tendría fin.

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