Llegar temprano al trabajo

Rosa Martínez

Bus in Guantanamo, Cuba. Photo: www.solvision.icrt.cu

HAVANA TIMES — Llegar temprano a los centros laborales y de estudio es una de las tareas más difíciles que enfrentamos los cubanos de a pie, debido a las serias dificultades de transporte que tenemos en todo el país (los de la capital saben eso mejor que nadie en estos momentos), pero los trabajadores realizamos grandes esfuerzos para conseguirlo.

No hay nada más desagradable que le estén llamando la atención a alguien después de viejo, como dice mi mamá.

Hace varios dias, tratando de conseguir ese objetivo: llegar en tiempo a mi nuevo puesto laboral en la Universidad de Ciencias Médicas, me levanté un poco más temprano que de costumbre. Colé un cafecito, no muy bueno, pues era de la bodega. Después de que las niñas y su padre salieron para la escuela y el trabajo, respectivamente, me alisté rápidamente para irme  yo también.

“Rosita, llena todo que van a quitar el agua por tres dias”, me gritó una vecina desde su casa.

“Dios mio, a esta hora con ese recado”, pero no me quedó más remedio que llenar todos los depósitos en los que acumulamos el  preciado líquido.

Cumplida la importante tarea, lista para partir, escucho una voz que ha sido familiar en la última semana.

“Nadie con fiebre; somos cinco en la casa; todos estamos bien”, le digo mientras me acerco a la puerta.

La muchacha sonríe, sabe que yo siempre estoy apurada.

Me da las gracias entre guiños y se marcha.

Cojo mi cartera, las gafas, la sombrilla, y en la puerta, mientras intento cerrar, llega otra joven pesquisadora, esta usaba uniforme de estudiante de Medicina.

“Mi amiguita, a ver, nombre de  todos los moradores, ¿cuántos tanques hay? ¿Nadie con fiebre, erupciones en la piel, ojos enrojecidos?”, pregunta de una sola vez la agradable uniformada.

“Mi amiguita -le respondo de mala gana- ahora mismo acaba de irse una compañera pidiendo la misma información, mira está cerca, puedes coger todos los datos con ella. Estoy apurada, llegaré tarde al trabajo, le digo amablemente.”

“Si, pero no somos del mismo equipo. Tengo que cumplir con mi trabajo, vamos, será rapidito, ya verá.”

Le brindo toda la información. Después sale rápidamente.

Salgo finalmente de casa. A mitad de cuadra unos vecinos me piden llamar con urgencia al servicio de ambulancia. Adela, una señora de 70 años ha hecho varias dirarreas y está muy débil.

Mi teléfono de linea es el más cercano. No me queda más opción que virar y llamar, era questión de humanidad.

Realizo la llamada, recibo el agradecimiento que prefiero no escuchar por el apuro.

Llego, al fin, a la parada. Espero durante casi media hora. Cuando finalmente monto una guagua con destino al norte de la ciudad, donde está mi centro laboral, me percato que el chofer realiza un nuevo recorrido, que será mucho más largo…

No hizo falta que preguntara, el conductor responde a otro pasajero: hoy comienza la vuelta ciclística, el centro de la ciudad está cerrado, así que acomódense que hoy viajaremos por lo menos media hora más de lo acostumbrado.

Chofe, discúlpeme, me quedo aquí. Los que me vieron subir en la parada anterior me miran intrigados.

Me bajo del vehículo, camino varias cuadras, y regreso a casa…

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