De mal humor, un accidente, lagrimas

Rosa Martinez

Foto: Caridad

HAVANA TIMES — Hace unos días caminaba en el centro de la ciudad de Guantánamo. Era uno de esos días que no quieres que nadie se meta contigo ni en bien ni en mal. Que lo mismo te molesta el sol que la lluvia, un carro que un avión.

Todos sabemos que con el mal humor no se resuelven los problemas, y mira que los cubanos nos reímos de nuestras desgracias e insatisfacciones, pero hay ocasiones en las que ni el humor criollo que nos caracteriza nos salva del tormento.

Pues así estaba yo, creyendo que tenía un día malo, buscando unas croquetas o algo barato para la cena de ese día cuando una muchacha chocó conmigo y dejó caer un cake que traía en sus manos, mejor dicho me bañó con cake.

¿Serás estúpida? me dijo con rabia y gritando, cuando intentaba pedirle disculpas sin ser culpable.

¡Qué disculpa ni que nada, disculpa y perdí 100 pesos! con tu disculpa no resuelvo nada ¿qué me voy a hacer?

Aquella loca no dejaba de gritar, tuve que aguantarme mucho para no hacer lo mismo. Tuve que contar varia veces para no tirarle lo que quedaba del cake en la cara.

La gente anda por la calle comiendo mierda y no mira por donde camina para joderle la vida a uno, siguió.

Estábamos en una esquina céntrica de la ciudad y quizás había más de uno que me conociera, pero aquello ya era demasiado, esa mujer se merecía unos piñazos, ¡o se callaba o la callaba!

No aguanté más, y mira que aguanté bastante,  me dirigí hacia ella con intenciones de empujarla, callarla a la fuerza o matarla, tenía intenciones de todo eso cuando comenzó a llorar.

Sus lágrimas me detuvieron. Como por arte de magia olvidé los insultos incensarios y la violencia imperdonable. La dejé percibir que estaba cerca, pero no dije nada, no le di la mano, pero la dejé a su alcance.

Después de calmarse me explicó que era el cumpleaños de su hijo mayor y que había gastado el único dinero que tenía en ese cake, ahora no tendría qué regalarle a su hijo, él no la perdonaría, me dijo, es muy exigente.

Desafortunadamente yo tenía solamente un CUC en los bolsillos y el que cayó al piso debió costar al menos 5.

La convencí de comprar un cake de un dólar, que son pequeños, pero de buena calidad. Después de acompañarla le dije que si no podía celebrar el cumpleaños de su hijo como quisiera no era culpa ni de ella ni de nadie, y lo mejor era explicárselo a su hijo. Por muy exigente que sea él te entenderá, le aseguré.

Nos despedimos sin siquiera conocer nuestros nombres, pero estoy segura que ella no olvidará mi cara llena de merengue como yo tampoco olvidaré sus ojos llorosos.

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