Varados en tierra de nadie

Por Pedro Pablo Morejón

Punto de control entre Pinar del Río y Artemisa.

HAVANA TIMES – Debe ser duro encontrarse lejos de casa, desterrado, esperando por una solución que se antoja cada vez más lejana. Eso está ocurriendo por estos días de Covid-19 en nuestro país.

Y es que, con la finalidad de erradicar y combatir la pandemia en nuestro Archipiélago, las autoridades han restringido un derecho universalmente reconocido. Me refiero al que tiene todo ser humano de moverse y elegir su lugar de residencia en determinado territorio.

Por los casos que han visto mis ojos, no creo exagerar si digo que cientos de conciudadanos se encuentran varados en distintas provincias, debido al cierre de las demarcaciones territoriales que ha ocurrido por estos días.

Conozco una madre que añora el reencuentro con su hijo de 16 años que está en La Habana. Sé de un matrimonio separado entre Artemisa y Pinar del Río. Y hay más.

Por ejemplo, Martica, una mujer residente en la capital cubana desde hace 8 años. Ella vino a Pinar del Río a visitar una hija y no ha podido regresar a casa.

No puede hospedarse con la hija, debido a que esta convive con el padre y su actual esposa. No le ha quedado otra que gestionar el arrendamiento de alguna vivienda mientras la situación persista.

Esto representa un gran golpe para su economía personal. Es trabajadora por cuenta propia, y su actividad está autorizada solo en el municipio de Centro Habana, donde vive.

De ahí que para sobrevivir está abocada a la ilegalidad, prestando sus servicios de forma clandestina con la zozobra perenne de ser delatada o descubierta, y el consiguiente procesamiento penal por el delito de actividad económica ilícita.

Ya hemos visto los arrestos, multas y sanciones impuestas a distintas personas. Son transmitidas por el Noticiero Nacional, en una sucesión de episodios que se han convertido en un show contraproducente.

Martica acudió al Gobierno y al Partido para arreglar su situación. Presentó cartas de un delegado y cuanto documento hiciera falta con tal de probar que reside desde hace años en la capital. Todo ha sido infructuoso.

Me dijo que está desesperada, que cualquier día se arriesga, se baja 1 km antes del puente de Bacunagua, que delimita a Pinar del Río de Artemisa y lo pasa a campo traviesa. Y lo mismo hará para pasar de Artemisa a La Habana.

Quizás lo haga y tenga suerte. Quizás ni siquiera deba llegar a tanto, pues he escuchado que algunas veces los autos pasaron en algún momento cuando el punto de control estaba abandonado.

Ante dicha realidad surgen preguntas.

¿Por qué no activar un protocolo mediante al cual a esas personas se les haga un test rápido o un PCR y con las medidas de prevención necesarias permitirles el regreso a sus hogares?

¿Será que no son seres humanos con derechos?

¿Acaso con esto de la pandemia y la necesidad política de controlarla y publicitar ante el mundo nuestro “glorioso” sistema social hemos profundizado nuestros papeles tradicionales de simples peones en un tablero de ajedrez, simples números sin alma y sin nombre?

Aun con todo, no veo la necesidad de hacer más difícil la vida de las personas. Pero recuerdo aquella frase atribuida al generalísimo Máximo Gómez, que nos conoció de cerca, de que “los cubanos o no llegan o se pasan.”

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