Pasando hambre en Cuba

Por Pedro Pablo Morejón

Cola en una tienda de comestibles en Pinar del Río

HAVANA TIMES – Todo el mundo aquí sabe que el arroz constituye el plato básico del cubano. Aunque alguien [el presidente] afirmó ridículamente que el limón es la base de todo, en realidad, en materia de alimentación, la base de todo es el arroz, al menos para nosotros.

Actualmente no hay arroz en los llamados mercados ideales ni en los agropecuarios. Fuera del asignado por la libreta de racionamiento, que malamente alcanza para 10 días, se hace casi imposible encontrarlo. Si por gracia de la Providencia tienes la oportunidad de adquirirlo deberás pagar de15 a 20 pesos la libra. 

Para rematar la situación, las lluvias ocasionadas por la tormenta tropical Eta, a su paso por el centro del país y la costa norte occidental, ocasionaron pérdidas en la cosecha del preciado grano.

Al menos en la llanura sur de Pinar del Río, concretamente en los municipios de Consolación del Sur y Los Palacios, donde se encuentran dos complejos industriales arroceros, las lluvias inundaron varias caballerías, echando a perder las espigas que estaban próximas a cosecharse.

Recientemente, el ministro de la Agricultura señalaba en el conocido programa Mesa Redonda, de la Televisión nacional, las diferentes afectaciones del cultivo en todo el país. Todo ello augura una temporada bien larga de carencia de ese importante alimento, a menos que consigan importarlo.

Pero no solo el arroz escasea por estos días, también lo hacen los frijoles, las viandas, la carne y ni hablar de los vegetales. La propia ciudad de Pinar del Río tiene sus mercados con los estantes desocupados.  

Mi pequeño pueblito continúa igual de miserable. Sus dos puestos estatales se encuentran vacíos y hay otro pequeño particular que en ocasiones está cerrado, pero las veces que ha abierto solo he encontrado fruta bomba, boniato a 4 pesos la libra y plátano a 2 pesos. Más caros de lo habitual.

La carne de cerdo o de jamón oscilan alrededor de los 50 pesos la libra, pero no encuentras a nadie vendiéndola, y quien lo hace lo consigue después de un buen trabajo de inteligencia para detectar a la persona en el momento y lugar correcto, pues los que se dedican a eso asumen riesgos de ser multados y sufrir el decomiso del producto.

A veces pasan vendedores furtivos frente a mi casa anunciando precios exorbitantes. Por estos días un anciano enjuto, de aspecto descuidado, pasó pregonando ajos. Yo no tenía ni una cabeza y lo llamé. Al preguntar por el costo, supe que lo vendía a 65 pesos la ristra, que solo contenía alrededor de 13 diminutas cabezas de ajo.

Ya en mi portal, ni corto ni perezoso le preguntó a mi mujer si tenía un buche de café. No sé si movido por la necesidad o la compasión, pero le compré aquellos ajos, al igual que algunos vecinos.

En esas me encontraba yo por estos días, bastante preocupado. El arroz se me estaba acabando, no me alcanzaba para dos días más.

Por suerte ocurrió un milagro. Un amigo de los padres de mi mujer me acaba de ceder 10 libras a 12 pesos. Un precio estratosférico, pero que en la dinámica de la oferta y demanda actual luce como un regalo.

No exagero si escribo que solo por eso este ha sido unos de los días más felices del año. Y es que nunca me he sentido tan estresado con el tema alimentación, porque no soy de los que vive para comer, pero lo cierto es que la soga se nos ajusta cada día más en este país sin futuro.

Lea más del diario de Pedro Pablo Morejón.

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