Mi encuentro con la gitana

Por Pedro Pablo Morejón

HAVANA TIMES – Nunca he creído en la quiromancia ni tirar las cartas ni eso de los caracoles ni en ningún tipo de adivinación, tampoco en médiums ni babalawos. Me parece trivial que un adulto pierda su tiempo en tales asuntos.

No es que sea un incrédulo materialista, para nada, de hecho, durante cinco años de mi temprana juventud abracé la Fe en Cristo y estuve a punto de ejercer como pastor evangélico, solo que la carne es débil y tomé el camino de mis deseos. Después, con el tiempo, comprendí que el cristianismo, como cualquier sistema de creencias en algún dios revelado es otra forma de esclavitud y a mí siempre me ha gustado ser libre.

En realidad, soy algo metafísico, no me resigno a aceptar que solo somos materia y dejemos de existir con la muerte física. Soy de los que cree en la inmortalidad del alma como la mayoría de los filósofos griegos o el mismo José Martí.

Aunque jamás se me ocurriría imponerle a nadie una creencia sobre algo que no puede ser demostrado a través del método científico. Eso es algo muy personal y que pertenece al campo de la Fe.

Pero con el asunto de la adivinación y el esoterismo siempre he tenido mis tirrias. Sobre todo porque mi abuela, la pobrecita, era aficionada a aquellas absurdas predicciones y murió sin verlas hechas realidad.

En lo personal, he tenido experiencias de segunda mano con tales embustes. Hace mucho tuve una mujer que previo a conocerme la cartomántica le había predicho que conocería a un hombre canoso, alto, de ojos claros que llegaría a su vida con mucho amor y hasta tendríamos un hermoso hijo.

Las descripciones concordaban conmigo. Tiempo después le hizo otras predicciones, todas hermosas, que escuché grabadas de su móvil y meses después me dejó por otro que a las claras tenía los recursos económicos que yo no podía proporcionarle.

Otra experiencia hilarante la viví con una chica bastante hermosa. Me dijo que su babalawo le había profetizado desde años antes que me conocería. Por lo que me contó, el santero le ofreció descripciones de mi nombre y características físicas con una exactitud pasmosa, que por eso supo que yo era el amor de su vida desde el mismo instante en que me conoció. Una semana posterior y me hizo “ghosting”, es decir, desapareció como un fantasma sin dejar explicaciones. Por suerte no la había tomado tan en serio y aquello nunca me afectó.

Pues bien, digo todo esto porque este sábado voy, como de costumbre, a visitar a mi niña a Consolación del Sur, abordo un coche de esos tirados por caballos porque no hay más nada en que moverse y al frente va una señora de unos 50 años, narizona, piel trigueña y aspecto de gitana. El vestido demasiado cargado de flores y colores y porta innumerable collares y pulsos.

No observo más porque estoy preocupado, pensando que dentro de dos años y un poco son los 15 de mi hija y que debo, además, arreglar el techo de mi casa. Ya he invertido en materiales y el dinero no me alcanza.

Cuando alzo la vista la “gitana” me sonríe, tiene la vista clavada en mi rostro. Inexplicablemente no le sostengo la mirada, no sé si es que me sorprende su desparpajo porque nunca eludo un intercambio visual venga de quien sea.

Llegamos a nuestro destino, me bajo y en automático extiendo el brazo para apoyar el descenso de una anciana por la escalera del coche. Detrás viene la “gitana” y la ayudo. Ya, apeada, me ofrece conversación para hablarme de mi “aura”,

Según me dice tengo un aura roja que denota que soy fuerte pero a la vez apasionado y que eso puede ser bueno en ocasiones pero en otras no. Que no podía dejar de mirarme en el coche porque mi aura es muy luminosa.

Resulta que va hacia los edificios, cerca de mi hija, es de Artemisa y está de visita. Se ofrece para leer mi mano gratis como un mandato recibido del universo justo cuando estábamos sobre el coche. Recibo una llamada, es la niña que me está esperando pero la curiosidad de la lectura en frío me fascina y acepto, solo serán pocos minutos. “¿Qué será lo que pretende esta señora loca?”

Nos detenemos en una sombra, es agradable sentir sus dedos surcando levemente la palma de mi mano y de inmediato me desnuda con cada palabra que retrata mi vida, y lo más asombroso, mis pensamientos y deseos más genuinos salen a la luz, como si ella fuera Dios escudriñándome el cerebro.

Y me predice un futuro hermoso en otro país y hay libros publicados con buena remuneración. Le aparezco en una plaza firmando autógrafos y después escribo casi al anochecer en una habitación con una ventana de cristal al fondo que deja ver nieve en el patio y árboles iluminados porque es navidad.

Cuando nos despedimos me siento aturdido y demoro un minuto en recobrar conciencia plena de lo sucedido. Ya con mi hija intento olvidar el incidente, pero vuelve cada vez con más fuerza.

De camino a casa la lógica se reinstala y otra vez los apagones, la escasez, la ausencia de libertades, la triste realidad de vivir en un país que no tiene futuro, un país destruido que ahora mismo detesto.. y ¿saben qué? De lo que me dijo la “gitana” no creo nada.

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