Me quito la ropa por saldo

Por Pedro Pablo Morejón

HAVANA TIMES – Hace algún tiempo, mientras accedía a mi cuenta de Facebook, encontré la solicitud de amistad de una desconocida que por su nombre y aspecto parecía ser nórdica. Aun así, pensé que podía ser alguien que me conoce de alguno de esos grupos de literatura de los que soy miembro.

Se la acepté como hago con todo el mundo, o, mejor dicho, casi todo el mundo, porque excluyo a gente de extrema izquierda.

Pues bien, me escribe en perfecto español cubanizado (la chica es habanera) para hacerme una proposición indecente. Que puedo ver sus videos y fotos íntimas, obvio, que para ello debo pagar.

Un pago consistente en una suma determinada que se concreta en recarga de su saldo en los datos móviles.

¿Qué se habrá pensado? ¿Me habrá visto cara de idiota? ¿O algo peor, pajero? –fue lo que invariablemente me vino al pensamiento.

Y no me demoré en responderle. Le dije en un castellano crudo, que “quien tiene opciones para recibir vagina gratis no necesita esa mierda”, añadí que “si yo no pago por cogerme a una puta, menos lo haría para verla desnuda”.

Además, no tengo dinero para eso. Y sí, admito que fui descortés en la respuesta, que poseo un ego desproporcionado.

Foto en La Habana por Juan Suárez

Desde ese día, como si la llamada Ley de Atracción fuese realidad y en mi caso operara en un modo inverso, es raro que transcurra una semana sin que reciba alguna que otra oferta semejante. ¿Me confundirán con algún tipo de Miami?

Entonces, ya más sosegado y menos soberbio me limito a responder con un “No” escueto, la elimino de mi lista de amigos y fin de la historia.

Lo cierto es que desnudarse para recibir recargas ha tomado fuerza entre muchas jóvenes cubanas, un modus operandi que se ha consolidado en estos tiempos de internet y telefonía móvil.

Un ejército de chicas que están dispuestas a ofrecer la visión de sus esplendorosas carnes, ya sea en imágenes o videos, con tal de costear su acceso a las redes y sus llamadas telefónicas en un país donde estos servicios se cobran a precios abusivos por una entidad que se hace llamar ETECSA (Empresa de Telecomunicaciones de Cuba. Sociedad Anónima) y que detenta el monopolio de las comunicaciones.

Y no solo entre muchachas, también hay hombres que escudándose tras el anonimato de perfiles falsos simulan ser mujeres para estafar a ciertos incautos cuyo nivel de degradación y falta de orgullo varonil se hace tan evidente que ya no se conforman con el sexo prepago como en los tiempos de mi abuelo. No, ahora llegan al extremo de pagar por ver una simple imagen.

Solo ver y no coger. Y ver tras una pantalla…el sumun de la bajeza.

Pero es que desnudarse por una recarga no es más que uno de los últimos síntomas del desastre social cubano, un cáncer que ha hecho metástasis en toda nuestra sociedad. Que hace que miles emigren en masa por estos días, o que tantas jóvenes cubanas vendan su dignidad para conseguir un mísero saldo para su teléfono.

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