El horno no está para galleticas

Por Pedro Pablo Morejón

Una reunión de un CDR.

HAVANA TIMES – Tengo un vecino de unos 60 años, muy apasionado de los guateques. Posee una voz de tenor realmente espectacular y siempre es invitado de lujo a cuanta canturía (como también se le llama a los guateques) se organiza. Canta cualquier tipo de décima y tonada. De vez en vez me pide que le componga alguna.

Recuerdo que por el 2003 me pidió una. Quería interpretarla a tono de chanza con motivo de la llegada de unos teléfonos fijos que serían repartidos por CDR, previo análisis de una comisión que los otorgaría dependiendo de los “méritos” de cada solicitante. Los interesados debían entregar una especie de autobiografía en la que se recogiera su currículum revolucionario. Unos pocos teléfonos por cuadra o barrio a ser repartidos entre mucha gente.

Resultó una decimita de bajo calibre, pero bien jocosa. No soy poeta ni mucho menos. Además, tuve una libreta gorda de mi época veinteañera, de más de 100 poemas románticos y cursis, compuesta por sonetos, décimas, versos libres, etc, y que hoy me daría vergüenza mostrar.

Lo que sucedió con los teléfonos era de esperar. Fui de espectador a una de esas reuniones en que se informarían a quienes se les daba el derecho. Eran solo tres. Mi entonces esposa, estomatóloga recién graduada lo había solicitado.

Sabíamos que tenía poca oportunidad frente a los demás. Por ejemplo, estaba un anciano con reputación de chivato de vieja data, de esos que salen hinchados a cualquier actividad vestidos con sus uniformes de milicianos trasnochados y exhiben con orgullo decenas de medallas.

También existían otros aspirantes con mejor aval en cuanto a cumplimiento de la moral revolucionaria.

Pues bien, cuando anunciaron a los tres afortunados comenzó el show.

Alguno dijo no estar conforme, porque no faltaba a las guardias cederistas y había cumplido misión en Angola mientras que fulano de tal tenía hijos en Estados Unidos. El fulano de tal que eso no tenía nada que ver, pues era donante de sangre y pertenecía al Partido. Con el anciano excombatiente nadie osó meterse, pero el ambiente comenzaba a calentarse.

Para cuando las mujeres estaban interviniendo ya el debate mostraba actitudes bien degradantes. Que si aquel es un gusano, que si el otro es un pajero, que si tu hija es tronco de jinetera… el acabose.

Mi esposa, resignada, se fue para la casa, tomando distancia de aquella chusma en descomposición. Yo miraba el escenario con una mezcla de asco y vergüenza ajena, pero debo reconocer que me resultaba algo divertido.

Esa semana supe que en algún CDR hubo hasta sus riñas con el asuntico de los teléfonos, tan asesinos como los televisores Pandas, como se les denominaba entonces por el humor popular.

En estos días mi vecino me pidió que le rimara unos versos con motivo del nuevo coronavirus. Pero no, esta vez no lo haré. Como bien dice el dicho: el horno no está para galleticas. 

 

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