Diálogo en la carretera

Por Pedro Pablo Morejón

HAVANA TIMES – El atardecer de este domingo me recibe bajo el puente, espero algo para viajar a Pinar del Río. Como es frecuente la autopista se encuentra casi desierta.

En el horizonte no se vislumbra un camión privado, la opción más segura para el viaje. A pocos metros un señor esgrime un billete, así intenta detener los pocos vehículos que circulan.

Ya ha pasado poco más de una hora y comienza a oscurecer. Al fin, tras vacilar en hacerlo, se detiene a unos 10 metros un lada color blanco, cuyo conductor y chapa vengo a percibir en el momento de abordar.

“Lo siento hermano, pero solo me lo puedo llevar a él”, le dice a mi compañero mientras reanuda la marcha.

“Me da lástima con él pero con dinero en la mano no puedo recoger a nadie”.

“Es que la gente está desesperada-observo”.

“Yo lo sé, pero si recojo a alguien con billete en la mano, aunque no le cobre, van a pensar que lo hice y entonces salgo por el techo-explica.”

Continúa explicando que eso ha pasado y que como en todos lados hay gente corrupta que hace y deshace, que los han tenido que sancionar y blablablá y la conversación va derivando en la situación del país que está difícil, que cada día se vuelve más asfixiante para la gente. El adjetivo lo pone él.

Conversamos de temas triviales como que es de Artemisa, hasta que regresamos a la “situación”. Yo, más relajado y con confianza aprieto un poco el acelerador y le pregunto si sabe de la lancha que se acaba de hundir al norte de Bahía Honda.

Él, que lo oyó por la televisión, un accidente lamentable. La gente está loca por emigrar sin conocer los peligros, comenta. Bueno, loco está casi todo el mundo, ya van más de 200 000 en menos de un año y el que sigue aquí es porque no tiene los medios para irse, le respondo y el que sí, que tengo razón, que esto cada día se pone más difícil.

Reanudo el tema del accidente y le pregunto que cómo es posible que hayan colisionado sin que fuera algo intencional. El conductor de la lancha no va a estar tan loco como para chocarla contra una embarcación militar mucho más grande y sólida, supongo que solo intentaba escapar, que me parece que los guardafronteras la chocaron en el afán de detener a la gente como fuera y ahora hay 4 muertos sin contar el resto de los tripulantes que quizás sufran lesiones.

Por un instante me mira y creo descubrir en su rostro una señal de consentimiento. Disculpa si lo que voy a decirle lo ofende-continúo, pero lo que más me jode de esto es que en el aeropuerto hay cientos de cubanos que diariamente esperan su vuelo para Nicaragua y ellos saben que no es para hacer turismo, sin embargo no los detienen y saben que la travesía es igual de peligrosa entre coyotes y otros traficantes sin alma pero al parecer la vía de Nicaragua es más económica y por eso la toleran, en contubernio con el gobierno de ese país, donde para comenzar, un pasaje cuesta tanto como viajar a la luna.

Se lo suelto con franqueza y cordialidad, como dos cubanos que dialogan sin censura en un espacio de libertad que el breve lapso de tiempo nos permite.

“Es verdad”, me da por respuesta mientras su rostro tiene un aire reflexivo.

El silencio se apodera del espacio. El miedo y la desconfianza se reinstala.

Cuando llegamos a Pinar, le digo déjame por aquí. Me apeo, le doy las gracias y le deseo la mejor de las noches, me devuelve el gesto y reanuda la marcha.

El tipo me ha caído bien, no importa si es un capitán del MININT.

Lea más del diario de Pedro Pablo Morejón aquí.

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