Crónica de un viaje de mierda

Por Pedro Pablo Morejón

HAVANA TIMES – Pensaba que iba a meterme varias horas bajo ese puente de la autopista esperando un transporte. Porque es lo normal.

Los puentes suelen ser lugares donde la gente espera y espera hasta que algún chofer se apiada y los recoge.  Los vehículos pueden venir en las más disimiles formas. Desde una guagua china Yutong, cuyos conductores casi siempre cobran por transportar, hasta un cajón rodante tirado por caballos que aquí llamamos “arañas”.

Sí, algunos guagüeros se la juegan y se detienen a recoger viajeros en estos tiempos de pandemia. También en pleno siglo XXI circulan por las calles de Cuba artefactos similares a los del medioevo.

Pues bien, yo acababa de llegar y había alrededor de 10 personas que llevaban horas aguardando por alguien que se apiadara de ellos.

Y en eso se detuvo un camión Kamaz-3 de volteo, de los que usan las empresas constructoras (que en realidad construyen bastante poco).

Cual atleta subí por las barandas, pero otros no disponían de las mismas condiciones físicas. Entre ellos sobresalía un señor de unos cincuenta años, demasiado gordo, casi rayando en la obesidad. Deseaba tanto subir al camión, pero no podía. Las fuerzas y la necesaria elasticidad no le acompañaban.

El conductor esperó con paciencia, hasta que con nuestra ayuda el hombre pudo, y también una enfermera cuyo uniforme blanco, impoluto, parecía ser su mayor preocupación.

Había polvo de escombros, aunque eso no era lo más curioso. El detalle importante era un cerdo vivo, sin soga, que se encontraba en la parte delantera del volteo. Un diámetro de casi tres metros estaba sucio de heces, por eso nos ubicamos al final.

Cuando el vehículo arrancó, empezó la tragicomedia. El puerco comenzó a orinar y el viento se encargó de trasladar el indeseable líquido hacia algunos de los viajeros. De repente me vino un pensamiento: “Si a este animal le da por venir para acá va ocurrir tremendo desmadre, nos vamos a embarrar de mierda”

Como si me leyera el pensamiento, se dirigió hacia nosotros. Algunos intentaban vanamente alejarlo a patadas, pero la velocidad de su movimiento sumada a la masa se encargó de llegar a la fuerza precisa para restregarse con varios de los distinguidos pasajeros. Fuerza es igual a masa por aceleración: física pura.

Para no hacer larga la historia: Todo el mundo cogió su cuota de mierda. Los más castigados resultaron ser el gordo y la pulcra enfermera. Quedaron como sacados de una cloaca. Algunos tuvimos mejor suerte.

Cuando por fin me bajé de aquel estercolero, tenía el pantalón manchado por unos pequeños trazos de fango.

Y me dije “total, nada que no solucione con agua y jabón, al final el viaje no ha sido tan malo.”

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