Hora de almuerzo…

Por Paula Henríquez

Trabajadores de oficina. Foto: Juan Suárez

HAVANA TIMES — Sentada en mi oficina, como es usual a la hora de almuerzo, converso con alguien que ya no vive en nuestra isla. Alguien a quien quiero mucho y que quiere ayudarme, aunque a veces no nos entendamos y nos fajemos.

Me dice que se va a almorzar y, de paso, me pregunta cómo hago para comer algo a esa hora. Le respondo que la mayoría de las veces traigo comida de la casa, de la que queda de la noche anterior, que no es siempre, porque no todos los días se puede y le digo que cuando eso no ocurre, yo “invento”.

Como es lógico, él no entiende eso de invento y sigue indagando. Entonces me arrepiento de haber sacado el tema, ingenua que soy, sabiendo que él lo pregunta todo. Le explico que cuando no puedo traer almuerzo, pido dinero prestado o compartimos lo que otros traen de sus casas, que tampoco es seguro. Él sigue inquiriéndome y yo no quiero responder, hasta que al fin me asegura que lo único que pretende es que yo lo escriba, que cuente esta historia, una historia que me da vergüenza…

Sí, me da vergüenza decir que a veces no almuerzo en el trabajo, estoy segura de que no soy la única, pero no todo el mundo lo dice, es un asunto delicado, muy privado, pero es real. No es que sea una muerta de hambre, no lo soy, en mi casa tratamos de alimentarnos y comer bien, a pesar del delicado estado de la alimentación en el país, pero no siempre queda algo de la noche anterior, la mayoría de las veces la comida es “justa”, ni un poco más. Debo decir que somos cinco personas, dos de ellas jubiladas y dos trabajadores, la quinta es la pequeñita, la consentida.

Mi centro laboral es de esos en los que a los trabajadores les pagan los 0.60 centavos diarios por el almuerzo. Sacando la cuenta por los días laborables del mes, que generalmente son 21 o 22 días, pues pagan de 12.60 a 13.20 CUC mensuales, además del salario normal de un trabajador, que ronda los 20 CUC.

Supuestamente, uno debería utilizar ese dinero para comer algo mientras trabaja, pero pocos, muy pocos lo utilizan con ese fin. Existen otras necesidades que lo obligan a uno a gastar la divisa del almuerzo (así se le llama popularmente), en la muy relacionada necesidad de comprar comida para la casa o cualquier producto de higiene que ya esté faltando en el hogar, por poner algún ejemplo. Y ni hablar si se tienen niños… en especial en círculo infantil o en edad escolar.

La divisa del almuerzo pasa a formar parte de los malabares que tiene que hacer un trabajador común, el cubano de a pie. Tratas de “estirarla”, de ahorrarla, de tener siempre algo en la cartera, pero es muy escurridiza. No han pasado ni dos días desde el cobro y ya no tienes casi nada o nada.

La persona con quien converso no puede creer lo que le cuento. Se asombra, me felicita por sobrepasar mi vergüenza y decidirme a escribir y yo me río, ya estoy acostumbrada a que mis historias, nuestras historias, lo sorprendan… y eso que él vivió aquí hace mucho tiempo… Se va, me deja esperando, fue a almorzar… y yo… yo voy a ver qué invento…

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