Ya ‘resuelvo’ con mis sembrados de autoconsumo en medio de la crisis

Por Osmel Ramírez Álvarez

Frijoles cosechados.

HAVANA TIMES – Hoy en casa comeremos unos tamales del maíz cosechado en mi terreno. Ahora este producto está carísimo, incluso aquí en el campo, por la falta de arroz en los mercados.

Como solo venden el de la cuota y no alcanza, (hace más de tres meses no hay arroz liberado en los mercados), las viandas y el maíz están sustituyendo al preciado grano, aunque con poca estabilidad en las ofertas. Es que el escenario ha cambiado.

Tener un pedazo de tierra fértil, como la hectárea que mi padre tiene en propiedad y me permite cultivar, es un privilegio en tiempos de la crisis pandémica y la “coyuntural”. Desde hace una semana también puedo comer ‘arroz congrí’, que es la forma en que me gusta más, luego de más de un mes comiendo el arroz blanco a regañadientes. Y lo hago con frijoles de mi siembra.

Por suerte, mi madre tenía guardado en el refrigerador, desde hacía mucho tiempo, un puñado de frijoles caritas (conocidos también como caupí). Los sembré con desconfianza de que nacieran, pues ya cuando me lo dijo estaban los surcos abiertos para sembrar maíz y no daba tiempo hacer la prueba de germinación. ¡Y tuvimos suerte porque brotaron todos! Es que puedes recorrer todos los mercados en la provincia de Holguín completa, (seguro en todo el país es igual), y no hallas una libra de frijol a ningún precio. ¡Se desaparecieron!

Aunque los caupí no son los mejores para hacer potajes, sí se cuecen hasta estar blandos, y preparados como una ensalada medio seca, son riquísimos. Se resuelve, al menos, y no se pasa hambre.

Al no venderse arroz fuera de la cuota de racionamiento, que cubre un tercio o la mitad del consumo de alimentos, se incrementa el uso de viandas en su lugar. Pero la producción actual de viandas estaba prevista en correspondencia con un mercado normal de arroz. Por eso no suple la demanda y está escasa y cara.  Y las siembras, ahora incrementadas con tal propósito, demoran un poco.

Maíz en sus surcos.

Estuve revisando un pequeño sembrado de boniatos que tengo y ya están ‘paridos’, a pesar de que cuando los planté los campesinos más longevos me decían que “no pariría, porque el boniato de mayo se va en vicio”. Pero persistí, no por dudar de la experiencia acumulada de los curtidos guajiros, sino porque sé que en la naturaleza, en efecto, existen ciclos y estos influyen en las plantas, pero también sé que no son tan exactos.

Por el retraso de las lluvias de primavera presentía que mayo no sería tan lluvioso como de costumbre, lo que presumiblemente es la causa de que los boniatales echen tanto vejucos y pocos boniatos. Y fue así, efectivamente, cómo sucedió, la siembra está resultando normal y va a ser productiva sin duda. A principio de agosto estarán listos para empezar a consumirlos y se alegrará más aún mi mesa.

Los quimbombós, casi mágicos, siguen dando sus frutos. Aunque ya no producen tanto como al principio, dan para comer y compartir. También las habichuelas. Aquí en el patio de vez en cuando podemos tener un racimo de plátano, guineos (plátano fruta) o tambures (plátano burro), lo cual siempre ayuda a sobrellevar la carga mental que representa poner alimentos en la cocina. Y son varias: está mi casa, la de mis padres, la de mis dos hermanas y la de mi hija mayor con su madre. Sin hablar de otros vecinos, amigos y parientes con los que comparto de vez en cuando.

Ahora la tendencia entre los campesinos es a sembrar cosas de autoconsumo, variadas, no un cultivo solo y en cantidad, como era hasta hace poco de manera comercial. El problema es que así se puede evadir más el control estatal que pretende, mediante las cooperativas, requisar todo lo que se produce, a precios la mayoría de las veces irrentables. Una especie de ‘comunismo de guerra coyuntural’, que vuelve mucho más inviable la agricultura, debido a la gran inflación que ha duplicado o más el costo de la vida.

Okra (quimbombó) y Maíz creciendo juntos.

Ya no se ven tampoco grandes crianzas de puercos, predominan los corrales vacíos o medio vacíos. Yo mismo tengo capacidad para criar hasta 10 animales en mis chiqueros de hierro, (para protegerlos de los ladrones), y solo tengo dos lechoncitos pequeños. No tengo terreno para sembrar alimentos para más y tampoco aparece ‘pienso’ en la calle. Todo ha cambiado y la mayoría de los negocios se han destruido, sea por acción de la policía o por miedo a estas acciones.

No es una situación generalizada la mía, me faltan muchas cosas como a todo cubano, pero al menos tengo este alivio. La mayoría de la gente vive en zonas urbanas y no tiene donde plantar. A no ser que hagan lo que recomendó Gerardo Hernández, el exhéroe-espía devenido dirigente cederista, que exhorta a que cultivemos en macetas los alimentos, mientras en el país hay un millón de hectáreas de tierras ociosas y, al menos, otros dos millones subutilizadas.

Mientras tanto sobrevivimos aquí en familia, compartiendo con los vecinos, con los parientes y los más allegados los frutos de la tierra. Tener algo seguro y a mano para comer en estos tiempos convulsos es una gran dicha. Seguiremos sembrando.

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