Un año agrícola muy malo en el Oriente de Cuba y sus repercusiones sociales

Osmel Ramírez Álvarez

HAVANA TIMES – En Cuba el año normal no coincide con el agrícola. Existen dos etapas de siembras bien marcadas, no por capricho humano, sino por la propia naturaleza: la de primavera y la de frío. Lo cual no significa que haya realmente primavera ni obligatoriamente frío. Podría decirse que el año agrícola comienza en marzo y termina en febrero del próximo calendario. Y el pasado fue realmente catastrófico para el Oriente del país.

Las siembras de primavera comienzan precisamente en el tercer mes, con la segunda lluvia. Casi siempre en la segunda quincena. Con la primera precipitación se deja que broten las semillas de plantas indeseables y con la que sigue se aprovecha la humedad para sembrar y matar la “reventazón”.

El cultivo emblemático del Oriente es el maíz, que sigue siendo el que guía al resto. A pesar de que ha sido desplazado poco a poco en su importancia económica por otros más rentables como el tabaco, el tomate y el frijol, es el que marca las dos temporadas, porque se siembra en ambas y la propia naturaleza evidencia la diferencia en su desarrollo e impone métodos de cultivo diferentes. En primavera sigue siendo lo más sembrado.

La etapa de frío comienza en septiembre, siempre en la segunda quincena, cuando rompen las lluvias. Es la etapa más rentable en la agricultura nacional, porque contempla la campaña de frijol, de tabaco, de tomate, de col, de pimientos, de hortalizas y de cebolla. Estos son cultivos que pueden generar buenos ingresos a los campesinos si se les atiende bien y si no hay un desastre natural. También los sembrados en la primavera son mucho más productivos en la etapa de frío. Otros, también “de frío” preferentemente, como la papa y el arroz, están mayoritariamente en manos estatales.

La primavera del 2017 fue muy seca y el maíz se perdió, lo cual fue un mal comienzo. En esta región solo recientemente se ha incrementado el riego por la incursión de muchos jóvenes en la agricultura, más emprendedores que sus padres y abuelos que eran campesinos tradicionales y plantaban en secano, jugando solo con las estaciones. También por la influencia de los paquetes tecnológicos potenciados por el Estado para algunos cultivos, que incluyen sistemas de riego algunas veces. Pero aun así no llega ni al 20% las áreas bajo regadío.

Luego, para rematar, la etapa de frío pasada fue extremadamente lluviosa, algo inédito aquí. Aunque coincide inevitablemente con el periodo normal de mayores precipitaciones (noviembre-febrero), fue un 285% de la media histórica nacional y en mi provincia, (Holguín), llegó a un 300%. Yo particularmente nunca antes había visto lluvias tan persistentes ni por tanto tiempo.

Las cosechas se vieron muy mermadas. El tabaco, que es un rubro exportable muy importante, fue un desastre. No se pudo cultivar siquiera un tercio de lo planificado, al menos en Mayarí, donde se preveía alcanzar las 250 hectáreas en una campaña que inútilmente se postergó fuera de la fecha óptima. Y de lo sembrado, otro tercio se malogró a consecuencia del exceso de humedad. Yo mismo no pude salvar ni un 10% de lo que pretendía. La caña de azúcar también tuvo muchas pérdidas.

Siendo esta la etapa agrícola que genera mayores ingresos a los campesinos, tras las pérdidas ha habido un impacto económico muy negativo en el poder adquisitivo de las familias. Principalmente el tabaco, sembrado con grandes costos, varias veces y una y otra vez perdido, dejará a más de 150 familias campesinas endeudadas, en categoría de “morosidad” con el Banco de Crédito y Comercio (Bandec).

A pesar de ser por causas naturales, y como el seguro no cubre casi nada y no funciona bien, ahora se informa que viene un incremento del interés bancario por morosidad en un 4%, lo cual preocupa a los perjudicados. Y para hacer más grave el cuadro, a partir de los ingresos de este año se elevarán los impuestos a los campesinos agregando la Declaración Jurada obligatoria y el impuesto progresivo a los ingresos personales, que debe comenzar a cobrarse en el primer trimestre de 2019.

Por otro lado, con las cosechas locales mermadas, los alimentos para la cría de animales están disminuidos y los criadores se abastecen más de los comerciantes informales que lo trafican de otras provincias por “la izquierda”, casi siempre robados al Estado de diversas maneras, y el precio es elevadísimo. Aumenta con ello el costo de producción de la carne de cerdo, principal fuente proteica de la población.

En ese contexto el Gobierno en Mayarí tomó una medida antiproductiva, bajando el precio de la carne de cerdo a 20 pesos, aparentemente algo bueno para el pueblo. Como la comida está más cara que la carne, (un precio que no deja margen a la ganancia), la gente ha dejado de criar momentáneamente y ahora mismo es muy difícil encontrar carne de puerco en los puntos de venta después del mediodía. Y tal vez por esa causa o problemas de abastecimientos, hace aproximadamente un mes el pollo y el huevo también se han desaparecido de las tiendas de divisa y mercados.

Fue un año realmente muy malo y aun mejorando a partir de ahora, por varios meses se sentirá su repercusión con los precios tan elevados, las carencias y las deudas. Las personas en la calle, que solo sienten sus dificultades sin analizar las causas, y porque la agudización de la crisis ha coincidido con el cambio de Gobierno, las atribuyen en sus comentarios a Díaz Canel.

Esperemos que este año agrícola que recién comenzó sea mejor y nos ayude a menguar nuestras vicisitudes, que aunque endémicas del sistema cubano, sin duda se han visto agravadas por la hostilidad de la naturaleza.

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