El referendo de 24F en contexto, y la importancia del voto

Osmel Ramírez Álvarez

HAVANA TIMES – El país vive un momento especial. El sistema de “la Revolución” ha fracasado, pero no lo aceptan. Siguen enarbolando las mismas consignas de antes, acudiendo al barniz democrático y al freno de la iniciativa privada, por miedo a su empoderamiento. Mientras el pueblo ya no cree en nada y se lanza a emigrar o a robar todo lo que puede para completar el miserable salario.

Coincide esta agudización de la crisis nacional con el tránsito generacional del poder. La generación histórica del Partido Comunista, la que llegó al liderazgo oficial por las armas, se está extinguiendo por la vejez y una nueva casta de burócratas, seleccionados sobre la base de la lealtad continuista, la está suplantando. Es lo que tienen concebido para Cuba y el plan está en marcha.

Como parte del proceso deciden hacer una nueva Constitución. Pero su contenido es solo una copia más extensa de la vigente. Eso implica “continuidad”, que equivale a seguir con los mismos problemas. Con el Estado cautivo por un solo partido, (el de ellos, el comunista) y el pueblo con “derechos escritos” que solo son efectivos siguiendo la política oficial. Ese es el espíritu real del documento que se aprobó recientemente en el Parlamento y que el 24F será votado en referendo.

Es una propuesta constitucional bien radical hacia la extrema izquierda, esa que es autoritaria, restrictiva de DDHH y anticapitalista hacia lo interno. Porque hacia lo externo no tienen prejuicios ideológicos para asociarse al capital, ya que genera dividendos y no amenaza su poder.

Cuba necesita una nueva Constitución, pero sin lugar a dudas, esta no es la que es. Ni siquiera se le acerca. El actual Gobierno cubano bien podría proporcionar una Hoja de Ruta para el cambio en Cuba y una nueva Constitución democrática, “salvando la honrilla”, como se dice vulgarmente. Porque el único “objetivo digno” de una revolución es “devolverle al pueblo, a su remate, las libertades públicas”, lo dijo Martí. Es una deuda histórica y moral.

Pero se sabe que el primer paso para resolver un problema es reconocerlo, y los líderes del sistema se niegan a aceptar la realidad y se aferran ciegamente a dogmas que cada vez tienen menos seguidores sinceros en la población. Un pueblo que “despierta” más rápido que ellos, aunque finjan seguir fieles por comprometimiento y por miedo a la represión.

Es con el miedo y con el comprometimiento que cuentan para imponer el SÍ en el referendo del 24F. El Estado es el empleador del 87% de los trabajadores cubanos, sumado a los mecanismos de control social y al monopolio oficialista de la información convencional, sin duda, una gran ventaja, presumiblemente ganadora.

También cuentan a su favor con la baja conectividad y el alto precio de Internet. Ese nuevo y casi único espacio de libertad donde se da el verdadero debate constitucional, con todas las opciones sometidas a opiniones y comentarios.

Sin embargo, aunque es justo comprender la presión a que son sometidos los cubanos para que marquen el SÍ, más allá del miedo y del comprometimiento, hay que llamar las cosas por su nombre: quien no esté conforme con la propuesta constitucional y vote Sí, estará siendo un ciudadano irresponsable y cómplice del sistema a la vez.

Porque el voto es secreto; porque es una oportunidad única de expresar nuestro criterio, y porque somos los máximos responsables de que el país encuentre un camino mejor. No es tarea de otros, es nuestra y debemos asumirlas con conciencia y civismo.

De cara al 24F, el Gobierno hace campaña por el SI en solitario por los medios de comunicación, sobre los cuales ejerce monopolio, pero es en la Internet donde se da el verdadero debate entre opciones diversas, con al menos tres campañas: Yo Voto SÍ, Yo Voto NO y Yo No Voto, más una cuarta, Ni1Más, que aboga por el fin del sistema, al que llaman abiertamente “dictadura”.

A groso modo los partidarios del SÍ son el Gobierno-Partido y sus simpatizantes. Y las otras tres campañas son de la oposición y la disidencia, en la que participan además de los grupos políticos, todos aquellos que desean cambios democráticos en Cuba. Las posiciones más tradicionales dentro de la oposición abogan por No Votar. Mientras los demócratas moderados, por llamarlos de alguna manera, apoyan Votar NO.

Ambas posiciones tienen argumentos sólidos para sostener su posición, por lo que se prevé no habrá consenso. Unos creen mejor seguir desconociendo los pequeños espacios de participación del sistema, mientras los otros consideran más pragmático expresar su negativa activamente y, a la vez, fomentar en el pueblo el hábito de participar en la lucha cívica por sus derechos.

Independientemente de lo que decida cada cual, el referendo del 24F es una oportunidad para manifestar nuestra opinión política. Los que voten SÍ darán su apoyo a la continuidad del sistema; los que votemos NO estaremos diciendo que necesitamos una Constitución diferente; y los que se abstengan pueden ser interpretados de diversas maneras, como apolíticos, testigos de Jehová o que por no confiar en el sistema consideran inútil votar. 

Yo Voto NO, porque no deseo la “continuidad” que traerá el SÍ, ni la interpretación confusa de la abstención. Aunque el Gobierno controla el proceso electoral y puede, en efecto, cometer fraude, si lo desean, con impunidad total, aún en ese hipotético caso, al menos frente a ellos estaremos expresándonos en contra de la “continuidad”. Y también es posible monitorear el conteo de votos, ya que ese es uno de los pocos derechos que tenemos.

Con seguridad será una jornada interesante y podría ser un día crucial para Cuba. Está en nuestras manos y en nuestro voto marcar la diferencia.

 

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