Aprovechamos los espacios legales para impulsar la democracia en Cuba

Por Osmel Ramírez Álvarez

Foto: Gabriel Garcia M.

HAVANA TIMES – La nueva Constitución es tan totalitaria como la anterior, eso no tiene discusión. Pero algo es diferente y sería conveniente verlo y utilizarlo para avanzar. Esta vez se esforzaron más por “simular” un estado de derecho, con instituciones electas, aunque sea indirecta y manipulada, con derechos y libertades claramente reconocidas, junto a la soberanía del pueblo. No por bondad ni comprometimiento con lo justo, sino porque necesitan aparentar “democracia”.

Aunque todo en la práctica queda anulado por la falta de un tribunal constitucional que permita reclamar las violaciones a esos derechos; aunque la ley en la mayoría de los casos parece superior a la Carta Magna, por la forma ambigua en que se ha redactado, y a pesar de la preponderancia otorgada al Partido Comunista de Cuba en el artículo 5, que le pone la tapa al pomo, independientemente de todo ello existen resquicios legales que podemos utilizar y no lo hacemos.

¿Acaso debemos dar todo por sentado, ser pasivos ante una realidad tan injusta y cederle a la casta comunista-conservadora todo el protagonismo político nacional?; ¿No hay más qué hacer que decir y repetir que esto no sirve y esperar a que sea Trump el que acaso consiga doblegar sus voluntades recrudeciendo el embargo hasta dejarnos famélicos? Esto último, por supuesto, muy cuestionable, tenga o no posibilidades de éxito.

Yo creo que hay mucha tela por donde cortar y es mucho lo que podemos hacer desde la ciudadanía. Por ejemplo, en la Constitución dice: “ARTÍCULO 3: En la República de Cuba la soberanía reside intransferiblemente en el pueblo…”. Puede seguir siendo LETRA MUERTA, pero si actuamos las cosas pueden ser diferente.

Ese precepto constitucional significa que, independientemente de que el PCC sea “la fuerza política dirigente y superior de la sociedad y el Estado”, el pueblo está por encima legalmente y podría llevarlo (teóricamente) a ser una figura protocolar, como lo son hoy los soberanos europeos, solo al frente del Estado. Y con el tiempo tomar decisiones definitivas con respecto a esto, por referendo.

Lo que en la práctica vuelve al PCC el soberano de Cuba, en verdad son las leyes que dan cuerpo a ese mandato del Artículo 5, que se exceden convenientemente hasta el punto de anular al pueblo en el ejercicio de su soberanía. No el artículo en sí, que por supuesto es un lastre. Pero las leyes son algo que, también en teoría, el pueblo puede reformar poco a poco, usando los derechos efectivos que da la propia Constitución, haciendo ejercicios de soberanía. Conseguirlo sería difícil, tal vez imposible, pero no se puede saber si no se intenta. De todas formas, aun fallando, sería un ejercicio ciudadano que traería un crecimiento cívico tremendo.

En el artículo 164, sobre la iniciativa para proponer leyes a la Asamblea Nacional, en el inciso k) se le otorga ese derecho al pueblo, a cualquier ciudadano con el acompañamiento de la firma de apoyo de diez mil electores más. Y en el Artículo 227, sobre la reforma constitucional, en el inciso f) se otorga igual derecho, pero con el acompañamiento de 50 mil firmas de electores que apoyen una propuesta.

A través de estos dos derechos queda abierta una ventana, pequeña, difícil, pero existente, para que sea efectiva la soberanía popular. Que no se explota por razones que tienen su explicación lógica, claro está, pero que en política son “zonas erróneas”, verdaderas debilidades particulares y colectivas que el adversario (el Gobierno) aprovecha a su favor.

También está el precedente del fallido Proyecto Varela, por haber sido desestimado por la Asamblea Nacional y más bien propiciar la inclusión constitucional del “carácter socialista irrevocable” del Estado cubano. Pero ni estamos en 1998, ni Fidel Castro es el gobernante, ni estamos tan incomunicados como entonces, ni tenemos que presentar un proyecto tan abarcador como aquel que no fue en sí una propuesta legislativa exactamente, sino una petición más amplia.

Mejor sería hacerlo hoy asunto por asunto, en forma de proyectos-ley, bien elaborado con su articulado, cuidando de no contradecir en nada los preceptos constitucionales. Y cuando el pueblo esté más acostumbrado a participar, a hacer suyo ese derecho constitucional y hayamos influido más en que sean ciudadanos activos dispuestos a participar en la cosa pública, entonces podremos impulsar alguna que otra modificación constitucional con 50 mil firmas.

Tenemos hoy más condiciones para mostrar al pueblo nuestras iniciativas desde la sociedad civil. La oposición política organizada, que de seguro apoyaría cualquier cosa que ayude a la democratización del país, pueden ser muy útiles al recoger firmas y dar el ejemplo. Son el sector social con menos temor a participar si de una Cuba democrática se trata.

Contamos hoy, además, con asesoría nacional no oficial especializada en temas legales, comprometida con el cambio democrático, que seguramente cooperaría en la elaboración o revisión de las propuestas para evitar tecnicismos que los inhabiliten.

Internet, con las redes sociales y los medios alternativos, ayudarían a divulgar la información veraz de lo que se esté proponiendo y contrarrestar la difamación que sabemos harán los medios oficiales enseguida. A la larga, lo ideal sería que aprendieran a respetar a la ciudadanía en su espontaneidad y no ofendieran más a nuestro pueblo, como si fuésemos incapaces de Pensar por Cuba, afirmando que todo es orientado desde el imperio. Esto es asunto nuestro, como cubanos, aunque agradecemos a todos los aliados de una Cuba democrática.

Yo mismo por exponer estas ideas, que se me acaban de ocurrir sin influencia de nadie, sería automáticamente considerado un mercenario. Y han brotado en mi mente motivadas por la injusticia e impotencia de estar “Regulado” (prohibido viajar) por la Seguridad del Estado ya por 720 días consecutivos, sin causa legal que lo justifique.

Pero más allá del poder represor de los comunistas cubanos en el poder está el derecho y el deber de tratar de contribuir a que tengamos un país mejor. Por eso me atrevo a exponer estas ideas públicamente.

 

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