Osmel Almaguer
HAVANA TIMES — Imagine que Ud. no tiene demasiadas opciones recreativas para las noches que suceden a las largas jornadas de trabajo. Que se queda con la programación de la televisión como única alternativa. Imagine que es este el único escape al aburrimiento en esas horas entre los horarios de comida y de sueño. Ahora imagine que su televisor no capta la señal con nitidez.
Naturalmente, tratará de averiguar la causa de dicho problema, y acordará conmigo en que su zona de residencia es considerada una especie de zona muerta, por lo que decide elevar la altura de su antena, y piensa: un tubo de tres o cuatro metros de largo, algunos cables para que actúen como tensores y un bajante, pues el que tiene Ud. no resulta suficientemente largo.
Imagínese comprándole el cable bajante a un vendedor cuentapropista. Paga por quince metros y como es de suponer le venden 13 y medio. Ud. acaba de ser estafado pero no se molesta, al menos no se sale de sus cabales, pues esto es casi normal. Pero luego descubre que la fibra del cable no tiene el grosor suficiente, por lo que es imposible trabajar con ella.
Entonces la estafa es doble, y su enojo aumenta un poco más, a medida que aumenta también su frustración. Ud., sin embargo, no revisó bien la mercancía, confió en la buena voluntad del vendedor, y este es un error que se paga caro.
Ahora cambie al cuentapropista por la vendedora de una tienda estatal en moneda nacional y cumpla los siguientes ejercicios:
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