Mi viaje a Lima, Perú

Osmel Almaguer

HAVANA TIMES — Del 15 y al 20 de mayo estuve en la capital peruana, con motivo de un Curso Avanzado de Periodismo de Investigación, impartido por el IPYS (Instituto de Prensa y Sociedad), que dirige el prestigioso periodista peruano Ricardo Uceda.

Más allá del conocimiento y mañas del oficio que nos dejó a los ocho participantes el contacto con él, así como con el periodista Christopher Acosta y otros miembros de este instituto, quisiera trasmitir mi experiencia en esa ciudad.

Lima es un lugar enorme, donde radica aproximadamente la tercera parte de la población del país, con zonas peligrosas, como el distrito La Victoria, allí los asaltos están a la orden del día; también tiene zonas privilegiadas que nunca pisamos, en la que habita la clase alta del país, y localidades como Miraflores, donde queda el hotel que nos alojó, y que es destinada a la clase media.

Los dos primeros días de la estancia fueron dedicados al trabajo, pues cada uno de nosotros debía desarrollar un proyecto de periodismo de investigación. Allí también comenzó la interacción con los jóvenes que me acompañaron, absolutamente talentosos e inteligentes, y con los que al final del viaje surgió una bonita amistad.

El tiempo transcurrió muy lentamente, aunque no había casi oportunidad para disfrutar las excelentes condiciones del hotel José Antonio, ubicado en la avenida 28 de julio 398, y mucho menos para conocer un distrito como Miraflores, que presenta un aspecto moderno, pero con una arquitectura principalmente horizontal, salvo algunos edificios no tan altos.

Por esos días, la temperatura rondaba los 18 grados Celsius, pero la sensación térmica era un poco mayor. Dicen algunos que esto se debe a que Lima es una ciudad costera, y que el fenómeno de El Niño suele calentar las aguas que la rodean.

La luz penetra como a través de un fino tamiz, debido a la espesa neblina que llega desde la costa. El clima me agradó mucho, porque contrasta con la luz tan intensa de mi país, y con el calor sofocante que a veces apenas te deja respirar.

Lo más genial de Perú, su gente, amable hasta el punto de hospedarnos gratuitamente los dos últimos días, porque nos quedamos (cinco de nosotros) para aprovechar los cinco días que ofrecía la visa. Pero no solo fue el hospedaje, sino la guía importantísima, las invitaciones a comer, y aquí quisiera hacer un alto:

Es vital resaltar la calidad de la comida peruana, el orgullo que esta nación presenta de su cocina, la calidad de sus cocineros, la variedad y sabor exquisito de sus platos, y la cultura del comer que practican casi todos los ciudadanos.

Otro renglón importante son las confecciones textiles, industria que en este país se ha ido desarrollando, creando una competencia con los productos de importación, y ganando poco a poco un lugar en el mercado internacional.

Sobre este tópico, es importante mencionar a Gamarra, que es el centro comercial más grande de toda Latinoamérica, pues ocupa más de 10 manzanas repletas de tiendas y personas que ofrecen sus productos. Allí asistí en dos ocasiones y no fui capaz de recorrer todo el lugar.

Esos dos últimos días llevamos una vida parecida a lo que podría vivir un lugareño. Viajamos en guaguas, comimos en timbiriches, caminamos por la ciudad, incluso en un momento me introduje en un barrio peligroso, con el objetivo de cumplir un encargo importante que me habían hecho desde Cuba, y sentí subir la adrenalina.

También fuimos a Barranco, un mágico lugar hacia donde la vida bohemia y cultural de Lima parece haberse replegado, según explicaron algunos amigos, debido a que en el programa de los gobiernos anteriores más recientes la cultura no jugó un papel preponderante.

En fin, estar en Lima cambió muchas cosas. Conocer la calidad humana de su gente, vivir una realidad que, como mucho, había leído o visto a través del cine, probar sus platos, sentirme un poco turista y ser saludado por los vendedores, quienes demostraban admiración al saber que éramos cubanos, ser atendidos muy bien por los organizadores del IPYS, conocer otro pedacito de ese mundo que a la mayoría de los cubanos les ha sido vedado, cambia necesariamente muchas cosas en el interior de una persona.

Doy gracias al IPYS, a mi trabajo, a los amigos que nos ayudaron en Perú, a Gonzalo, a Efraín, a mis compañeros de viaje, Ivette, Darío, Lázaro, Gabriel, Raúl, Mandy, Anais, por compartir la experiencia y cuidarnos mutuamente.

 

 

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