Osmel Almaguer
HAVANA TIMES — En un país de utopías y paradojas como Cuba, se sueña con lo que no se puede tener, y se renuncia a lo que nos haría progresar. En cuanto al tan tratado tema del transporte, sucede lo mismo, y sus efectos en nuestras vidas son los siguientes:
Un alto por ciento de los autos que circulan por nuestras calles tienen 20 o más años de explotación. Pertenecen a la era socialista de Europa del este, y aunque cuentan con una gran resistencia, a esta altura funcionan por el deseo de sus dueños y/o usuarios, y por la creatividad de los mecánicos.
Algo peor sucede con los automóviles americanos. Construidos en los años 50 en su gran mayoría. Fuertes pero antiguos, obsoletos y gastadores de combustible. Significan otra gran parte del total de nuestros autos.
Una minoría pertenece a esa élite social que hoy en día constituye nuestra burguesía. Autos modernos traídos de Europa y Estados Unidos. Sus dueños no andan en Lada, ni en Niva, ni en carros americanos antiguos. Tienen Audi, Mercedes Benz, Toyota, etc.
Probablemente nunca han montado en guaguas, camellos, bicitaxis y almendrones, aunque estos dos últimos cuestan 10 o muchas veces 20 pesos y ya hay que tener cierta posición para acceder a sus servicios.
La cantidad de almendrones se ha multiplicado en los últimos años. ¿La causa? El transporte público urbano es insuficiente, inoperante y la gran mayoría de sus funcionarios son negligentes.
Ahora con un almendrón se hace mucho dinero. Para comprar uno su precio puede llegar e incluso exceder los 50 mil CUC.
La solución no se ve a corto plazo. Yo diría que ni a corto, ni a medio ni a largo plazo. Sencillamente no se ve. Las guaguas cada vez son menos. Los carros soviéticos un día se extinguirán. Por el momento solo los almendrones parecen multiplicarse. Pero a pesar de ello no bajan el precio.
“¿Alguien sabe cuántas personas realmente producen valor en Cuba, y a cuánto vago por cabeza…
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