Ladrones de plátanos

Osmel Almaguer

HAVANA TIMES — Una serie de robos han venido sucediendo desde hace poco más de un mes en la zona donde vivo. Robos de plátano. Los malhechores parecen tener distintos orígenes, pues las huellas que dejan y la metodología utilizada difieren bastante.

Primero sospechábamos de uno de mis tíos, conocido por sus tendencias cleptomaníacas; pero luego las sospechas han recaído en la gente de un caserío cercano a este conocido por “El Tamarindo”.

“El Tamarindo” es un lugar de contingencia, formado poco a poco por casas ilegales, de personas que han ido llegando y plantando. Son gente con una filosofía de contingencia, o mejor, de subsistencia, pues no tienen ninguna de las facilidades (gas, libreta de abastecimiento, corriente eléctrica, agua) que otorga el Estado a la población legal.

Varios agricultores (no me atrevería a llamarnos campesinos) hemos sido afectados con los robos. Sin embargo nadie ―y aquí me incluyo―, ha valorado seriamente la posibilidad de hacer denuncia a la policía.

Tal vez la causa de esa actitud general radique en el hecho de que unos robos “pequeños” en un caserío también “pequeño” no revisten importancia para la gente; porque al fin y al cabo la economía del país no sufre, como tampoco se ven demasiado afectadas las vidas de los perjudicados.

Sin embargo, estas, son puras conjeturas. Pues veo las cosas un tanto así: en un país de subsistencia con una economía de subsistencia, que implementa medidas de subsistencia, ¿qué otra cuestión sino la propia supervivencia define las mentalidades de su gente?

Luego, ¿todo lo que quede fuera de la dicotomía vida-muerte puede no ser una causa digna de preocupación?  Fíjense bien, he dicho “su gente” y no involucro todavía a ninguna institución, porque primero habría que señalar que: ¿quién sino la gente integra las instituciones de un país, y timonea, en la medida de lo posible, el rumbo de las mismas?

Así, comprendo el hecho de que nadie, desde su buró, se moleste en malgastar más tinta de lo “adecuado” para combatir estos pequeños robos. La policía no invertirá más tiempo, tecnología, insumos y efectivos que una inspección de la escena, alguna que otra indagación y un perro, cuando ya los plátanos estén en el estómago de los infractores.

Más que el bolsillo o el menú de los perjudicados ¿será acaso la moral lo más dañado? De no repetirse, el suceso quedará olvidado, pues no nos han arrancado un pedazo de cuerpo, ni la vida, han sido apenas unas manos (de plátano, claro está).

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