La Isla, una Cuba dentro de otra

Osmel Almaguer

Nueva Gerona

HAVANA TIMES — Cuando llegué a la cima de la Loma del Muerto, en Nueva Gerona, descubrí, al pie, una comunidad de casas con techos de zinc, paredes de cartón, y una evidente carencia de agua corriente y electricidad.

Eran cientos de pequeñas construcciones, muy bien alineadas, que dejaban un mínimo espacio entre ellas para la circulación de los vecinos. Los hombres, que parecían hormigas desde mi posición, andaban regularmente con shorts recortados como única vestimenta; las mujeres y niños, al igual que ellos, casi siempre descalzos.

Hace mucho que la Isla de la Juventud dejó de ser ese paraíso que invitaba a migrar. Era el proyecto de repoblación de su territorio, creado por la Revolución, a raíz del cual le cambiaron el nombre de Isla de Pinos por el actual.

La permuta de nombre parecía ventajosa; cambiar los “pinos” por esa condición siempre tan deseable: la juventud. Solo que, como siempre sucede en la vida, la juventud no perdura y termina dando paso a la decadencia.

Esta condición no es evidente en la Nueva Gerona actual. Te bajas del catamarán y descubres un pueblecito pequeño pero lindo. Sus calles albergan una magia que atrapa al visitante. Incluso el boulevard está siendo restaurado después de los famosos ciclones.

Pero los oriundos de La Isla perciben su realidad de un modo diferente; con una sensación de asfixia. El encierro de “la doble insularidad”, así le llaman. La decadencia allí es un fenómeno sutil; solo perceptible para los que hacen más que una visita de turismo.

Un mes sería suficiente para descubrir que también allí, como en el resto del país, hay jóvenes que se prostituyen y hombres que las explotan y el dinero escasea mucho más que en La Habana.

La fácilmente transitable Nueva Gerona, en cuyas calles escasean los autos, puede ser recorrida a pié en unos veinte minutos. Sus atractivos están bien contados (4 restaurantes y playas, el Presidio Modelo, la finca El Abra) y terminan por aburrir a quien se queda por mucho tiempo.

En sus lindes, como comencé diciendo, se expanden esas comunidades de gente que no tiene materiales para construir una casa decente. Son los hijos y nietos de aquellos primeros que llegaron alentados por el sueño de “la juventud”.

Hoy se han multiplicado y no reciben el apoyo prometido a sus padres. Nueva Gerona sigue siendo pequeña en dimensiones urbanas, y se está expandiendo solo a través de casas con techos de zinc.

Y resulta chocante que en la isla del mármol, como también se le podría llamar, no haya materiales de construcción para su gente; un pequeño ejército de jóvenes que con el tiempo y la mala vida terminará perdiéndose en los abismos de la marginalidad.

Gerona es pequeña, sí, pero la isla que la contiene es un territorio enorme en donde construir viviendas para todos. Entonces, ¿Cuál es la razón por la que nadie toma medidas con esta situación?

Tal vez por la falta de esa esperanza, tan característica de los jóvenes, los isleños prefieren llamar a su terruño “Isla de Pinos”, calificándose a sí mismos con el gentilicio de “pineros”.

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