La cafetería de 23 y F en La Habana

Osmel Almaguer

The Doña Laura cafeteria in Vedado, Havana.

HAVANA TIMES — “Doña Laura” es una cafetería particular que actualmente tiene mucho éxito. Se encuentra ubicada en la calle f, entre 21 y 23, en el céntrico barrio del Vedado.

Recuerdo que cuando la abrieron, hace muchos años, solo vendían panes y refrescos.  Ahora, probablemente, son una de las mejores opciones gastronómicas en varios kilómetros a la redonda, incluyendo las unidades estatales y los negocios particulares, independientemente del tipo de comida que elaboren.

Su oferta consiste en una comida criolla bien condimentada, en aceptable cantidad y a un precio razonable. Lo único incómodo, detalle que la mantiene aún en el status de cafetería, es que no tiene servicio de camareros y los alimentos deben ser ingeridos de pié.

Pasas por una barra, ordenas y luego recoges tu pedido, que consumirás en otras barras dispuestas al efecto. Los dueños están adentro controlando el trabajo de sus empleados, quienes manipulan los alimentos con pulcritud y agilidad.

El servicio será rápido, por muy complicado que sea el pedido. Por eso, cada vez que me encuentro en la zona, tengo el apetito y el dinero suficientes, visito “Doña Laura” y quedo complacido.

Tantos años alimentándome a base de arroz y frijoles, hacen que el menú de allí sea muy especial.

La mayoría de los centros gastronómicos de La Habana no le llegan ni a los tobillos en cuanto a variedad de platos. Si no falla el trato al cliente, los precios son demasiado elevados, o la higiene y calidad de los productos es deficiente, pero en “Doña Laura”, nada de esto sucede.

No muy lejos de allí venden unos batidos simples a 25 pesos, y unos sándwich a 35. Una merienda de 60 pesos.

Con ese dinero, en la cafetería “Doña Laura” puedes pedir un plato de congrí con carne ripiada, ensalada variada y vianda en cantidades moderadas; un tamal, dos huevos fritos, un plato con yuca y chicharrones, y dos jugos de guayaba.

No deseo particularmente ensalzar el trabajo de personas concretas, sino hacer notar las cosas que tienen calidad, pues a pesar de todos los cambios que se están haciendo, en este sentido todavía estamos mal.

En “Doña Laura” un gran número de estudiantes resuelven el problema del almuerzo sin la necesidad de gastarse los 60 pesos. Con 18, se puede pedir un tamal, en hojas o en cazuela, con un huevo frito y un jugo de guayaba; sin dudas, un mejor almuerzo que el clásico platico con arroz con frijoles.

“Doña Laura”  vende grandes cantidades de comida en un solo día. Tienen los precios que mencioné y, estoy seguro, alcanzan buenas ganancias. Mi pregunta es la siguiente: si ellos tienen que comprar todos los ingredientes de su comida a precios muy altos y aun así tienen ganancias, ¿por qué el Estado no tiene ofertas con similar calidad, y hasta con precios mejores?

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