En la cola del pollo

Osmel Almaguer

En la cola del pollo.

HAVANA TIMES, 10 abr — Llevo mucho tiempo escuchando a mi padre decir que “fue el consumo de carne lo que posibilitó al hombre el desarrollo de su cerebro.” Seguramente él obtuvo tal información de sus múltiples lecturas, siempre orientadas hacia la doctrina marxista.

Y no la cuestiono, pero tampoco me atrevería a reafirmarla, porque a mis manos no ha llegado prueba alguna, ni documento con credibilidad que lo demuestre o siquiera me haga creer. Sin embargo si son evidentes ciertas relaciones entre la carne, los hombres y la política.

A pensar en ellas me dedico ahora, mientras hago esta extensa y demorada cola del pollo.

Por ejemplo, los países con tradición imperialista consumen grandes cantidades de carne y sus ciudadanos tienen una talla mucho mayor que los pertenecientes a países subdesarrollados y/o colonizados.

Es en las potencias-comedoras de carne donde han tenido lugar la mayoría de los descubrimientos científico-tecnológicos. Y no es que la relación sea absoluta: te comes un pedazo de carne y comienzas a pensar y a tener grandes ideas.

No, pero lo cierto es que en los países desarrollados se sigue comiendo carne en grandes cantidades y de todos los tipos sin que ninguna teoría, vegetariana o no, haya logrado persuadir a la gente de que “comer tanta carne no es beneficioso para el metabolismo humano.”

En países como Cuba la carne escasea, ya lo dijo mi colega Daisy.

Solo el pollo y el cerdo son medianamente asequibles al pueblo. Con un salario mínimo mensual se pueden comprar unas treinta postas de pollo y unas nueve libras de cerdo.

El Estado subsidia una libra de pollo al mes por persona, que vende al módico precio de 0.70 pesos cubanos. Claro está que eso no alcanza para nada. Mas trabajo estoy pasando en esta cola para comprarlo, porque inexplicablemente la fila de unas treinta personas lleva media hora sin avanzar.

A través del cristal puedo ver unos turistas ingleses que pasan despreocupados por la acera. Son muy altos y fuertes. En su tamaño llevan implícitas varias generaciones de buena alimentación. Para un país imperialista es conveniente que sus ciudadanos, o sea, sus soldados potenciales, tengan un buen soma.

Los golpes del pollo congelado contra el suelo me sacan de mis pensamientos. Los tiran para poder separarlos, pues los venden congelados para tener la ganancia de la merma a su favor. La merma es un por ciento de peso que se supone pierde la carne al descongelarse. Nadie de la cola protesta por eso.

Y no es que la gente no lo piense. Lo pensamos mucho. De hecho el cubano se pasa el día enajenado, pensando en sus problemas. Tenemos grandes ideas, pero se desgastan sobreviviendo a las tétricas condiciones en las que vivimos, y por eso no podemos concentrarnos en el desarrollo del país.

Algo de razón tendrá mi padre. Aunque en esta etapa de la evolución humana comer carne tal vez no desarrolle las neuronas, lo ciertos es que se podría medir el desarrollo de un país en relación a las libras de carne consumidas per cápita.

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