La reunión del disparate

Osmel Almaguer

HAVANA TIMES, 21 mar — Hace unas pocas semanas participé en una de las reuniones que mas me han impresionado en mi corta vida. Tuvo lugar en la escuela de la cual soy actualmente profesor.  En ella estuvo presente todo el claustro junto al consejo de dirección.

Escuché disparates de todo tipo. Metodológicos, gramaticales, éticos y hasta humanitarios, surgidos al calor de la discusión, sobre lo que resultó ser el tema central de la cita: la disciplina de alumnos y profesores.

Para empezar, la directora estaba ausente. La discusión tuvo los mismos giros de todas las reuniones en este país. Primero la subdirectora echó una descarga generalizada a los profesores. Luego algunos de nosotros hicimos lo que pudimos en pos de limpiar nuestros nombres.

Como yo no me sentí aludido, en parte porque soy nuevo, y debido a ello porque aún no me he corrompido, y espero no hacerlo; simplemente callé y me dediqué a curiosear. En ese curioseo pude apuntar  algunos detalles importantes.

Los jefes exigen cumplimiento y disciplina de dientes para afuera, y sin que existan condiciones para hacerlo. Se tocó, por ejemplo, el tema de las llegadas tardes, y las dificultades casi siempre insalvables que impone el transporte urbano.

Por supuesto que no surgió de ninguna de las cabezas allí presentes una solución para resolver el transporte a los profesores. Lo único que se escuchó fue la frase tajante “hay que llegar temprano como sea.”

Ese “como sea,” en mi caso, implica pagar cinco pesos para llegar apretado en un camión, simplemente porque detesto llegar tarde. Yo puedo hacerlo. No tengo hijos ni nadie que mantener.

En medio de la descarga, una profesora jugaba con su móvil y fue regañada. Luego siguió jugando cuando algunos de sus compañeros se pusieron de pie para “dejar bien claro” que toda aquella descarga no iba dirigida a ellos.

En ese “dejar bien claro” estuvo lo mas divertido y sorprendente de la tarde. Una profesora de Español-literatura que dijo “habemos” en lugar de “somos.” Otra que, con el nerviosismo de defenderse, confesó que el año pasado había regalado los exámenes a todo segundo año. Así sucesivamente.

Lo más sorprendente de todo es que nadie tomó medidas con dicha confesión. Porque sean cuales sean los motivos de la acción, no es justificable.

Al terminar la reunión todo el mundo salió en estampida, incluso los miembros del consejo de dirección. Locos por llegar a la casa. En sus semblantes ya no había la mas mínima sobra del enojo que habían causado los temas discutidos hacía poco.

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