Pensión ¿para qué?

Mercedes González Amade

HAVANA TIMES — Hace poco realicé una demanda de pensión alimenticia contra el padre de mi hijo. No quería, lo pensé mucho antes de decidirme, pero al final lo hice.

El juicio se realizó sin demora, ahí pude comprobar que la intención de mi demandado era evadir la responsabilidad, lo mismo que había hecho durante toda la vida. Levantó calumnias, mintió a diestra y siniestra, en fin, fue una burla para mí y, lo peor, para mi hijo.

Como muchos saben soy asistencia, es decir, el Estado me ayuda con 200 pesos mensuales, el equivalente a 8 dólares. Lo agradezco, pero la realidad es que con esa cantidad de dinero no puedo mantener en alimento, ropa y calzado a un adolescente de 14 años —73 kgs y con un pie tan grande que usa el 45—; más la que les habla. Cada día que pasa me resulta más difícil “inventar” la comida, hay días que la magia no funciona.

Cuando acudí a la justicia fue porque ya llegué al límite, me siento atada de pies y manos; durante estos 14 años, en varias ocasiones le pedí ayuda y nunca me la brindó.

En el juicio no nos pusimos de acuerdo con la cantidad de dinero que debía darle a nuestro hijo, se decidió que la jueza pondría la cantidad y debíamos esperar la sentencia en casa.

Al poco tiempo llegó dicha sentencia y me quedé asombrada, indignada, al conocer que Carlitos recibirá de su padre 80 pesos mensuales, el equivalente a 3 dólares.

Algunos amigos piensan que la ley se corresponde con los salarios que ganamos, no pueden exigir más; pero a mí eso no me consuela. Apenas puedo trabajar por mis condiciones, todo lo que hago es gratis: mi labor en la ACLIFIM, el deporte que practico, las tareas de la casa.

Tengo mucha fuerza de voluntad, pero no todos los días mi cuerpo reacciona igual, por lo que no podría tener una obligación de trabajo, alguna responsabilidad que cumplir sin fallar. Un par de zapatos para mi hijo cuesta, como mínimo, 20 dólares.

No me gusta que el niño se sienta menos que los demás por las carencias con que tiene que lidiar; el nivel de vida ha subido y los precios son más altos. Ninguna madre quiere que su hijo pase necesidades, pero eso no está en mis manos, ya hice lo que podía, creí que la pensión sería una ayuda para este problema, pero me equivoqué, solo ha traído más disgustos.

Carlitos ya no piensa en estudiar hasta la Universidad, lo que quiere es lograr algo rápido para poder trabajar; me duele, pero lo entiendo, está creciendo y ya no se conforma con lo poco que yo le puedo dar.

 

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