Mercedes González Amade
He contado en este espacio algunos pasajes de mi vida, la vida difícil de una mujer discapacitada, pero no para que me tomen lástima o me regalen nada. Sin embargo, personas de buen corazón se han conmovido y me han brindado ayuda, a mí particularmente y a otros con una situación semejante a la mía.
Pero muchas veces esa ayuda, sobre todo si viene a través de donaciones, no llega. La burocracia, cuya función debiera ser facilitar estas cuestiones, las entorpece. Ha llegado a impedir, por ejemplo, que unos medios de locomoción (sillas de ruedas) lleguen a quienes los necesita.
A menudo nos sucede que mandan una donación que se demora demasiado en llegar, nadie sabe por qué, y nosotros sin saber, sin nadie que pudiera informarnos dónde se ha trancado el dominó.
Los que donan, por supuesto se desesperan viendo que a pesar de todo el dinero invertido y los esfuerzos que hacen, sus artículos se pierden o tardan infinitamente en llegar a su destinatario. Hemos cultivado una paciencia de chino.
Aprovecho aquí para agradecer a todos los que intentan ayudarnos.
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