María Matienzo Puerto
“La casa que digo que es mía, realmente es de mis padres; mi trabajo, aunque me gusta, no satisface ninguna de mis expectativas económicas; no tengo una pareja estable, porque entre otras cosas, ¿dónde vamos a vivir?”
“La gente ―me dijo― está para irse o para resolver el diario, nadie está para amar. Tantos años de frustración me han cortado las ganas de vivir, siento que me han mutilado una parte importante de mí pero no logro definir cuál.”
Ese era el discurso de mi amiga hace, exactamente, un año. Yo la critiqué porque ese es el lamento de todos los que dejan a los demás la solución. Los que no hacen nada y se mantienen como corderitos. El lamento de los que viven a merced de la corriente.
Ahora me la encuentro y veo que el tiempo la ha estrujado más de la cuenta. Entre frustración y frustración solo le han alcanzado las energías para envejecer.
Ella, de alguna manera, me reprocha que yo no haya perdido la forma, que proteste, que busque salidas, que vaya al gimnasio, que no desista de amar. Y me dice que “a mí este jodido sistema no me ha quitado nada”.
Como si no me conociera me descarga toda su amargura.
De alguna manera me contamina y siento ganas de gritarle que una de las cosas que me ha quitado el sistema son las ganas de ser madre, pero no lo hago. Solo le digo que esas cosas las sufrimos por ser tan carneros, por haber aprendido tan bien a bajar la cabeza, a tener miedo.
Le digo también que si no va a hacer nada, que mejor no me hable más del tema. Y por supuesto, no me habló más del tema.
Se intenta suicidar en prisión Fray Pascual Claro Valladares al conocer su sentencia, de 10…
Nada nuevo, pero resulta que la palabra se ha puesto de moda, y esta semana…
Sin electricidad y sin acceso a la red de redes, así pasan los habitantes de…
Con el motivo de mejorar el uso y la navegación, Havana Times utiliza cookies.