Para nunca acabar

María Matienzo Puerto

Foto: Eduardo Soñora

HAVANA TIMES — Los suegros de Adela son la típica pareja cubana de esa generación. Un par de ancianos con odios compartidos. La suegra no le perdona al suegro una infidelidad de los primeros años de matrimonio con una mujer negra.

Cada vez que puede se lo recuerda. El suegro no dice nada, pero Adela me contó que esa mujer negra fue el amor de su vida y que la relación no siguió adelante porque era, precisamente, una mujer negra. Y entonces, ¿qué iba a decir la familia?

Ese era el pensamiento de muchos hombres blancos de esa época (eso al menos pensaba yo). Las mujeres negras y mulatas solo eran “escogidas” en calidad de amantes y nunca para esposas. Aunque, por supuesto, los casos de transgresiones, sobran.

Qué terrible, ¿verdad? Dentro de la ya desventajosa posición social de la mujer, ser negra o mulata era otra, digamos, subcategoría.

Yo pensé que esos constructos sociales habían quedado en el ya lejano siglo XX cuando Elena me cuenta lo que le sucedió con una relación que terminó hace unas semanas.

Él, hombre blanco llamado a ser uno de esos nuevos ricos, después de algunas semanas de “apasionados” encuentros amorosos decidió que no debían continuar porque se estaba enamorando y eso iba en contra de sus planes.

Ella quedó destrozada. Él nunca contó con que el sentimiento podía ser recíproco. Sin embargo, Elena entendió y se consoló pensando que para ella también una relación en estos momentos era contraproducente.

Pero como dicen los viejos por acá: “la mentira tiene piernas cortas” y a menos de quince días de la ruptura “modelo social europeo”, sin llantos ni súplicas ni desgarramientos excesivos, llegó la noticia. Él estaba comprometido con una preciosidad rubia.

No hubo reclamaciones de parte de Elena. Realmente no había nada que reclamar. Elena se quedó con el sabor amargo en la boca de haber sido rechazada, decantada como si fuera un mueble o ganado o quién sabe qué más.

Estas historias personales que parecen extraídas de una novela folletinesca parece que no acaban con la modernidad.

No sé en otras partes del mundo, pero aquí el tema de la racialidad no tiene fin. Cuando uno piensa que ha avanzado en algo, se da cuenta que otros han retrocedido no sé cuántos pasos.

Y si a eso le sumamos que la educación no está encaminada a que la sociedad civil sea más asertiva. Realmente, no sé hacia dónde vamos.

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