Los monstruos de la frustración

María Matienzo Puerto

Mujeres cubanas. Foto: Caridad

HAVANA TIMES— Dicen que el amor es lo que mueve al mundo. Y puede que tengan algo de razón. Pero yo he visto a muchas mujeres moviéndose presionadas por la pobreza y con ellas arrastran al mundo.

Ayer alguien quiso asustarme. Como si yo hubiera nacido en una cápsula de cristal y no supiera de ciertas fealdades de la vida. Lo único que hizo fue ayudarme a recordar.

Hace unos años, cuando yo quería ser antropóloga, pensé que a Cuba le vendría bien un estudio que vinculara la pobreza a la mujer. No sé si alguien lo habrá hecho ya.

Quise empezar por mis vecinas.

¿Cuántas de ellas convivían con sus maridos solo porque no tenían para dónde irse? ¿Cuántas aguantaban golpes o se resignaban a una vida miserable solo porque sus posibilidades de conseguir una casa eran nulas o sus entradas económicas eran tan miserables como sus vidas o, simplemente, tenían miedo?

Los maridos, todos militares, eran los propietarios de las casas y ellas eran parte de la decoración.

Esto lo puedo decir de memoria. De los dieciocho apartamentos se salvaban dos.

Infidelidades (entiéndase este concepto partiendo de presupuestos machistas y latinos, por favor), golpes, gritos, morados al día siguiente, silencio, recuperación y resignación.

Y sobre todo una gran complicidad: del resto de las mujeres que ayudaban a condenar y a recuperar el orden roto con frases consoladoras; y de los hombres que callaban, que no intervenían, porque como el proverbio, que “cuando llegues a tu casa y veas a tu mujer, pégale; tú no sabes por qué, pero ella sí”.

¿Las consecuencias? Un mar de frustraciones que crea otras generaciones de mujeres más frustradas aun.

Ahora que la antropología no me interesa más que la escritura, creo que las vidas de estas mujeres se resumen a un estado de insatisfacciones, consecuencia de un sistema deficiente y machista que ha pretendido mucho y no ha logrado nada.

Ayer ese “alguien” en su empeño de asustarme me recordó que, de la vida miserable que nos ha tocado vivir a algunas mujeres, solo se sale con el esfuerzo propio. Me ayudó a salir del letargo en que había caído.

A mi la pobreza se me ha aparecido en sueños o se me ha materializado una mañana disfrazada de monstruo de siete cabezas, solo para recordarme que no puedo tener demasiado miedo. Solo el necesario para impulsarme, alargar las manos y escribir sobre la vida de esas mujeres.

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